Entre Estado y Mercado hay de manera constante relaciones de antagonismo y armonía. El antagonismo se manifiesta con las medidas coercitivas y de controles que impone el Estado para restringir el desarrollo del Mercado, cuyo funcionamiento está fundamentado en el principio de libertad para el ejercicio de las actividades económicas. La armonía, en cambio, se manifiesta en la aceptación mutua y la coexistencia de ambos en el ámbito social, además de la protección que debe dispensar el Estado para que las personas puedan emprender las actividades de su preferencia y desarrollarlas en ambiente de libertad, auspiciando así el beneficio de todo el colectivo. Se trata de relaciones que tienden a ser infinitas, de nunca acabar, salvo en las sociedades con régimen comunista. En ese contexto funcional de Estado y Mercado está el origen de la Cámara de Comercio como la primera institución gremial creada por empresarios privados con los propósitos manifiestos de favorecer el desarrollo social y defender los intereses de las empresas privadas, sean éstas agremiadas o no. Por definición, las cámaras de comercio son organizaciones gremiales, cuya misión consiste en promover la libre empresa, proteger y defender los legítimos intereses de sus agremiados, ofrecer servicios y asistencia técnica e impulsar la competitividad en línea con el proceso de globalización mundial. Son organizaciones de carácter eminentemente privado, sin fines de lucro, con registro público legal y personería jurídica propia. La afiliación de las empresas es libre y voluntaria, no coercitiva.

La creación de las cámaras de comercio -y por derivación de todos los gremios empresariales- se inicia en el territorio de la antigua Mesopotamia, hoy ocupado por Siria, Irak e Irán, aunque algunos analistas aseguran que la primera agrupación de comerciantes surgió en Marsella (Francia) en 1599, mientras que la primera en América Latina se ubica en la península de Yucatán (Mérida, México) a finales del siglo XVI. En Venezuela, la primera en crearse fue la Cámara de Comercio de Caracas en 1893. Después se crearon las de Maracaibo, La Guaira, Valencia, Puerto Cabello en 1894, la del estado Bolívar en 1900 y la del estado Lara en 1901. Es de observar que estas primeras asociaciones fueron creadas en ciudades portuarias o muy cercanas a ellas, lo cual pone en evidencia la inserción de la economía del país en el comercio internacional. Es de observación, además, el hecho de que el transcurso del 1894 fue de un avance significativo no tan solo por haberse creado las cuatro cámaras antes indicadas, sino porque ese mismo año se logró la incorporación de la actividad gremial en el Código de Comercio de Venezuela. En la creación de estas cámaras destaca la activa participación de los más reconocidos empresarios de esos tiempos. Vollmer, Zuloaga, Branger, Rivas, Phelps, Velutini, Tamayo, Boulton, Brandt, Gurucega, Blohm, Römer, Dao, Taurel, D´Empare, Belloso, Aular, Auvert, Pérez Dupuy, entre otros, son apellidos de familias de abolengo. El mérito de los promotores de esas primeras cámaras y de los líderes de los años siguientes no se reduce al solo hecho de su creación y encaminamiento, sino, y más que todo, al legado que dejaron como fortaleza para las generaciones de dirigentes sucesoras. La formación de una doctrina gremial y la construcción de sedes propias le dieron y le siguen dando mucha autosostenibilidad al gremio en general.

En aquellos tiempos la explotación petrolera aún no se había iniciado, pero Venezuela participaba en el comercio internacional con la exportación de productos agrícolas; café y cacao principalmente, y había, en complemento, una marcada vocación y práctica por la importación de productos y servicios. Representar una marca o empresa extranjera en Venezuela fue un reto para muchos de los empresarios fundadores de las primeras cámaras de comercio. El negocio naviero fue entonces un dinamizador y el poder de las transnacionales tomó su impulso inicial en el país.

La próxima semana continuaremos con el tema.