Un artículo de Gustavo Tarre despeja los escenarios frente al 20 de mayo. Están todas las opciones y para todos los gustos. El autor se concentra en el escenario según el cual gana Maduro y anuncia un gobierno de unidad nacional con Falcón como vicepresidente. Sin duda, la imaginación es libre y especular es legítimo en el análisis político.

Ahora bien, más allá de los resultados que serán los que serán y no necesariamente los que sean producto de la transparencia electoral, de la voluntad de las mayorías, ni de un proceso del cual nos podamos sentir orgullosos, hay un sentimiento generalizado entre quienes han decidido esta vez no votar, los militantes chavistas y opositores dispuestos a sufragar, y es que la gran mayoría, en sus subconscientes, quiere ver a Maduro derrotado y prefiere que gane Falcón. La razón es simple, el pueblo venezolano está agotado de quien dirige las riendas desde Miraflores, sabe que no hay una salida para la crisis mientras los responsables de tanta tragedia sigan al frente de la conducción del país. Esto se refiere a ese grupito de atorrantes que día tras día se ha convertido en la cara horrible de una Venezuela al garete.

Hasta la mayoría de los chavistas prefieren a Falcón si es el precio que tienen que pagar para que de alguna manera sobreviva el legado de su líder fallecido. Además, la oferta electoral del candidato de AP es mucho más coherente que lo que posiblemente pueda el otro candidato ofrecer, que después de cinco años de desgobierno promete para después del 20 de mayo lo que nadie le ha impedido que hiciera desde que asumió la presidencia del país, en una aún cuestionada elección contra Capriles.

Oscurantismo, sospechas, fraude y falta de coherencia son sin duda la cara visible de este evento en su conjunto. En definitiva, votar es un acto voluntario. Se vota o no dependiendo de varios factores tales como: creer en el proceso electoral, tener un candidato por quien votar, confiar en el árbitro y estar convencido de que su voto cuenta. Ya veremos.