Cuando el presidente de un país debe decretar cada mes el incremento del salario mínimo algo muy malo debe estar pasando con la economía. Este es, por supuesto, nuestro caso y nos permite hablar de las terribles consecuencias que la política económica tiene sobre la única fuente de ingreso con la que cuenta buena parte de la sociedad venezolana: El salario.

Los efectos perversos que tienen los subsidios en el largo plazo podemos verlos evidenciados en el caso de los salarios en Venezuela. La regulación de precios en la electricidad, el agua, la telefonía tanto móvil como celular, alimentos y otros daba hasta no hace mucho tiempo que los salarios lucían suficientes para la vida de los ciudadanos en el país.

La oferta de bienes y servicios baratos llegó a ser tan amplia que los medicamentos de alto costo y los pasajes de avión junto a los dólares para viajar o educarse se hicieron parte de la vida cotidiana por un período de casi 10 años. Eso produjo una borrachera inmensa en la población, todos accedían al bienestar a través de subsidios directos o indirectos. Las fiestas, no importa que tan rico sea el convocante, siempre tienen fin, no importa si es a las 2 o a las 6 de la mañana, en algún momento se apagan las luces y los invitados deben volver a la realidad.

Lo cierto de todo este asunto es que la fiesta se acabó hace ya  bastante rato y la sociedad venezolana sigue inmersa en el sueño de la riqueza petrolera. El tema de los salarios es central para entender como el país ha vivido en un modelo en el que no importaba lo que percibieras tenías derecho a acceder a todo cuanto se puede desear.

En las empresas manufactureras los operarios pedían, por ejemplo, cláusulas contractuales que les permitiera sacar el pasaporte. La razón sencilla, viajar a Panamá o República Dominicana para sacar los dólares preferenciales de las tarjetas de crédito. El consumo de bienes de tecnología se disparó, la penetración celular llegó a niveles de los países desarrollados, el número de aerolíneas saliendo de Venezuela solo señalaba la inmensa riqueza que el país supuestamente generaba.

La realidad verdadera es sin embargo es que el país consumió todos los ingresos de la mayor bonanza petrolera y no dejó nada en la alcancía para los años de las vacas flacas.

El problema de la baja productividad  

El salario es la construcción de un valor que resulta de la diferencia entre el valor del bien vendido y de otros costos de operar y de la utilidad que espera un empresario o comerciante obtener. Así que el salario está altamente vinculado a la productividad de una empresa o en un contexto mayor al de un país. En nuestro caso, como se ha explicado anteriormente, el salario era una ficción pues su poder de compra estaba construido sobre la base de los múltiples controles y subsidios existentes en el país, en consecuencia cuando el sistema colapsa por falta de fuentes de financiamiento del gasto público los salarios caen de manera estrepitosa, la razón es la baja productividad que el país muestra, eso se traduce en la caída sostenida de su PIB.

Los subsidios directos del carnet de la patria demuestran la inutilidad de trabajar en Venezuela, si usted como ciudadano sin más esfuerzo que hacer una cola para obtener el documento de marras obtiene más que el salario mínimo por supuesto que las bases conceptuales que conforman el trabajo quedan completamente destruidas.

La mayor catástrofe la viven hoy día los trabajadores, no es culpa suya el problema de la productividad, se corresponde a un modelo donde los ingresos son el producto de la renta y no del trabajo exactamente. Es el gobierno, que ha profundizado un modelo que históricamente ya había colapsado a finales de los años ochenta del siglo veinte, él es totalmente responsable de lo que vivimos hoy todos en Venezuela. Hay que crear conciencia acerca del valor del trabajo y allí si son responsables los trabajadores y las empresas de hacer productivo al país.

Hay que hacer de la productividad nuestro principal objetivo. Nuestras tierras deben producir, nuestras granjas deben producir, nuestras fábricas deben producir, las carreteras deben estar llenas de camiones, carros y autobuses, las escuelas y hospitales repletos de gente nuestra haciendo la vida cotidiana. El país debe volver a la democracia y al trabajo para lograr su recuperación.