“No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio”.

Charles Darwin

El nivel de competitividad de Venezuela es uno de los más bajos del planeta, aunque los elementos que lo componen son fundamentales para el crecimiento del país, para su productividad y para incentivar la inversión, extranjera, como la interna. Un país con empresas competitivas permite su desarrollo de forma más eficiente y más rápida. Además, que es la única forma de erradicar la pobreza de forma sustentable.

La economía venezolana ha vivido etapas de bonanza en su desarrollo económico, pero se hace necesario en este momento tener una visión concertada sobre hacia dónde queremos ir como país. Es necesario tomar acciones efectivas para invertir más en innovación, ciencia y tecnología si queremos aumentar la productividad y rescatar a Venezuela de la trampa del Socialismo del Siglo XXI.

Los países que han entendido que el siglo XXI es el siglo del comercio y del conocimiento han convertido sus ventajas competitivas en ofertas a nivel regional a través de la integración de sus economías para hacer frente a la intensa competencia que existe. Los países de la Unión Europea, de la Cooperación Económica de Asia y del Pacífico (APEC), así como los de EEUU, México y Canadá tuvieron un cambio de mentalidad ante este fenómeno y se hicieron partícipes del proceso de innovación y competitividad.

Venezuela por el contrario pertenece a una integración de pobreza. El régimen actual se retiró del G-3, y de la Comunidad Andina de Naciones, fue retirado del Mercosur. El Alba y los demás mecanismos multilaterales que ha creado el régimen son dirigidos más hacia lo político que a lo económico.

Existe un hecho que es innegable y es que ya nuestra crisis no es sectorial, es más amplia, de gobernabilidad y gobernanza a escala nacional. Los problemas se profundizan y se tornan amenazantes.

La economía venezolana se ha convertido en la segunda hiperinflación del siglo XXI y la primera de un país exportador de petróleo. La raíz del problema se encuentra, en el hecho de que nuestro sistema de gobernabilidad ha fracasado. La ideologización, los controles ineficientes y la corrupción han generado la informalización de la actividad económica que ha erosionado las funciones reguladoras del mercado. Frente a esta situación, nuestro país se acerca peligrosamente a ser un Estado fallido.

Superar la crisis actual como sociedad supone el reto más grande, incluso que el de la guerra de independencia. La generación de empleo socialmente eficiente, la creación de riqueza y la mejora en la distribución de la misma a través de la propiedad nos harán crecer como nación.

Sin desarrollo productivo no es posible progresar efectiva y sostenidamente en la concreción de la inclusión social, ha de avanzarse hacia la concepción colectiva de un proyecto productivo…este enfoque, supone a los trabajadores, empresas y gobierno, como principales actores que determinan la posición competitiva de la economía.

Los empresarios debemos dinamizar la toma de decisiones en nuestros negocios para hacerlos más competitivos. Se requiere de un cambio en las políticas de Estado, las cuales deben ser orientadas al desmontaje de los excesivos controles que existen: divisas, precios, inamovilidad laboral entre otros, deben reducirse los pasos para la constitución de nuevas empresas, pero sobre todo respetar y promover la propiedad. Hay que dejar de hacer política con la economía si queremos un país competitivo y próspero.