Cuando empecé mi carrera en la gestión de las llamadas relaciones industriales en Venezuela, treinta años atrás, vivíamos una situación compleja. Veníamos de períodos inflacionarios importantes luego de los años del viernes negro. Controles de precio y sin libertad de libre cambio monetario el país enfrentaba hasta escasez de monedas para su funcionamiento ordinario.

Un par de años después el país cambió de gobierno y un conjunto de medidas de liberalización de la economía, se lanzaron cambios importantes y a pesar de las dificultades, y el caracazo de por medio, la situación mejoró sensiblemente.

Los años noventa del siglo pasado transcurrieron con dificultad, sin embargo el empleo y el salario real tuvieron alzas y bajas pero lograron mantenerse equilibrados.

Con la llegada de la revolución bolivariana se sucedieron efectos positivos y negativos en los sueldos y salarios. Los cuatro años primero de esta estuvieron signados por precios bajos del petróleo y eso hizo que los salarios cayeran dramáticamente y existiera malestar en la población. Posteriormente un aumento importante de los ingresos petroleros hicieron entrar al país y a las relaciones laborales en particular en una fuerte borrachera. Tanto en lo público como en lo privado las mejoras incluyeron incrementos importantes de sueldos y beneficios, el poder de compra estaba fuertemente subsidiado por un dolar sobrevaluado.

Esa situación duró unos siete años aproximadamente y ya desde finales del año 2010 la crisis comenzó a manifestarse a través de la escasez de productos, impulsado en gran medida por un estado que controlaba precios y mantenía un dolar extremadamente barato, no compatible con las realidades de la productividad y el esfuerzo mancomunado del país.

Desde 2014 pero especialmente en el año 2016 la situación se ha agravado sustancialmente, no es el fin de esta reseña explicar qué pasó desde el punto de vista político o económico. Lo que si creo debemos hacer notar para este largo período, de treinta años, que incluye gobiernos de distinta índole ideológica, es lo siguiente:

  • Empeño consciente de subsidiar a través del dólar barato las importaciones. Aun cuando se pierdan empleos se prefiere subsidiar a los importadores e intermediarios del proceso. Excluyendo a los operadores manufactureros nacionales.
  • Estimulo del reclamo laboral al patrono para que responda por los problemas macroeconómicos. Inflación y escasez son producto de las políticas del estado pero los particulares deben responder a todo ello.
  • Privatización de la salud y la educación. La ausencia de políticas claras en esta materia ha desmaterializado al seguro social y a todos los entes del área, las escuelas, liceos y universidades no son capaces de ofrecer respuestas a la crisis. La razón es que ellas están en crisis.
  • Abandono de la seguridad ciudadana. Obligando a su privatización a través de vigilancias, rejas o puertas que impidan el acceso de delincuentes.

En general podemos decir que las políticas del Estado Venezolano han sido sistemáticas y con honrosas excepciones de intento de cambio vivimos en una forma que parece ser aceptada y valorada social y políticamente. La gente lo quiere y los políticos lo ofrecen.

En este escenario el petróleo es la única fuente de riqueza valida para esta sociedad. El petroleo en manos del estado la única manera de ser administrado. Los efectos son visibles y profundamente demoledores. Cuando no se diversifica la economía y se abusa de una fuente los resultados no pueden ser distintos.

Y ¿qué tiene todo esto que ver con la gestión de las personas en Venezuela? Las consecuencias que todo esto tiene en la formación del trabajo y las empresas las podemos describir como sigue:

  • Ausencia de interés por el empleo y su aporte al desarrollo.
  • Visión paternalista de la función del patrono. Las leyes y reglamentos laborales obligan a todos a tomar bajo su responsabilidad todo aquello que el estado ha abandonado; Salud, educación, seguridad y prontamente hasta el traslado de la gente, pues el sistema de transporte público también está a punto de colapso.
  • Desconexión entre trabajo, productividad y resultados. Una visión de la empresa como fuente de burocracia.
  • El salario no está vinculado a la productividad, al logro, es un valor arbitrario. Esto lo ha hecho invisible y literalmente quien trabaja recibe la ineficiente acción de ese concepto cuando cobra.

En esta situación de hiperinflación todos esos elementos son críticos, si la gente no trabaja para producir, si el trabajo no es fuente de riqueza y si el petroleo es suficiente para todo se juntaron todos los elementos de la tormenta perfecta. Lo cierto es que la gestión de personas es ahora solo para darle la razón a Maslow, solo estamos en función higiénica.