Ningún gobierno en el mundo está exento hoy en día de la observación internacional, más concretamente cuando la actuación gubernamental irrespeta y atenta contra los derechos humanos. Esa observación forma parte de la globalización política de los tiempos modernos y algunas veces se manifiesta con evidentes señales de una rebelión en la aldea. Venezuela es uno de los pocos países en el planeta que ahora están bajo la mirada atenta de gobiernos nacionales, parlamentos y una apreciable configuración de organismos multilaterales. El debate del caso venezolano está sobre el tapete y las expectativas de relación son cada vez mayores. Son expectativas sobre resultados que algunas veces son de aliento y otras de desaliento o como diría un psiquiatra, es la simbiosis de ansiedad y depresión causada por los propios altibajos de la presión internacional y la espera prolongada de los resultados.

La década actual está caracterizando a Venezuela como un país lleno de calamidades: el hambre, las muertes por falta de alimentación y medicinas, la inflación de récord mundial, la emigración hacia diversos países, las más de 25.000 muertes violentas al año y el miedo que siente una buena parte de la población por las represalias del gobierno son algunas de las calamidades. En la historia de Venezuela no se conoce una situación tan calamitosa como la de ahora. De modo que el tema de la democracia en Venezuela y en particular lo pertinente a los derechos humanos centra su debate tanto en el plano nacional como en el internacional y mientras la población siente el apoyo de tantas instituciones en el extranjero, el gobierno venezolano se ve cada vez más repudiado y aislado. La declaración de persona no grata o de no bienvenida referida al presidente Nicolás Maduro con motivo de la VIII Cumbre de las Américas en Perú, es la más reciente evidencia del repudio y el aislamiento. ¿Cuántas veces en los últimos 100 años un presidente de Venezuela fue merecedor de un tratamiento similar? Sin duda, se trata de algo insólito.

Ya son muchas las decisiones que han tomado diferentes naciones y organismos internacionales en manifestación de repudio al gobierno de Venezuela, además de las de tipo puramente declarativo o de “dimes y diretes” entre autoridades acusadas y acusadoras. Las decisiones van desde la autoexclusión de Venezuela de la OEA y su expulsión del Mercosur, hasta las sanciones económicas adoptadas por Estados Unidos y la Unión Europea, cuyas sanciones están en proceso y con marcada tendencia para hacerlas progresivamente más fuertes. La más reciente de estas decisiones corresponde a la Corte Penal Internacional al admitir en etapa de investigación las denuncias en contra de autoridades venezolanas. A la par de estas decisiones hay un conjunto de acciones que están hasta ahora bajo el manto de las amenazas pero que pueden concretarse si el gobierno venezolano no rectifica su actuación a tiempo. El bloqueo petrolero que pudiera efectuar el gobierno norteamericano, el embargo de activos venezolanos en otros países por parte de entidades acreedoras y los amenazantes enfrentamientos de militares en las fronteras con Colombia, Brasil y Guyana conforman un cuadro altamente temerario y de pronósticos indecibles.

En lo interno de Venezuela la zozobra es cada vez mayor; la gente vive ansiosa de un cambio que supere la situación actual y la espera prolongada en el tiempo deprime y crea escepticismo. La gran mayoría de los venezolanos desea con vehemencia que de la presión internacional surja una salida de la crisis lo más pronto ´posible, pero los efectos reales de la presión son lentos y están sujetos casi siempre a los enredos de la diplomacia. Los efectos van surgiendo de manera progresiva, salvo las sentencias de la Corte Penal Internacional que son únicas. El tiempo en este caso es la mayor indefinición. Lo que sí es indiscutible es que la oposición al gobierno de Nicolás Maduro  luce tanto y hasta  más activa en el ámbito internacional que en el ámbito nacional. ¿Qué va a pasar en el transcurso de los próximos meses? ¿Resistirá el gobierno toda esta presión internacional sin aceptar un cambio? ¿Desistirán los gobiernos y organismos multilaterales de sus actuaciones en contra del gobierno venezolano? ¿Usted qué piensa?