La felicidad se ha convertido en uno de los objetivos primordiales a alcanzar en esta época, no solo a nivel individual, sino también colectivo. Es por ello que nace el «Estudio de bienestar subjetivo» o «Estudio de la Felicidad» como una forma de poder medir o determinar el nivel de felicidad de una población, en el cual Venezuela aparece como el país más infeliz de América Latina.

Gerver Torres, economista encargado de este estudio en Venezuela, comentó en el programa «Portales» con Petroguía, que esta investigación empezó a realizarse en el 2006 con una periodicidad anual que incluye la evaluación de 160 países a nivel mundial.

«Se le llama bienestar subjetivo porque es el bienestar que la gente declara tener por sí misma, no es un bienestar producido por un tercero, un gobierno o un organismo multilateral, sino por sí mismos», afirmó Torres.

Son estudios que se hacen a través de diferentes herramientas como encuestas a nivel nacional, en cada uno de los países y con muestras representativas de cada población. Entre algunas de las preguntas se tocan aspectos como ingresos, nivel educativo, percepción de la calidad de las instituciones, salud, infraestructura de la cuál disponen y, en especial, aspectos emocionales.

Hablando sobre los países petroleros y su influencia en los «niveles de felicidad», el economista aseguró que: «El petroleo no es un factor que incide de manera decisiva en la felicidad de la población. Lo hace en algunos casos de manera indirecta a través del bienestar económico que le genera al país que le permite darle un mejor nivel de vida a sus habitantes».

En el caso Venezolano, Gerver Torres resaltó que hace un tiempo los venezolanos aparecían entre las personas más felices de mundo, durante el período de la gran bonanza petrolera, pero que ya a finales de 2016 Venezuela se convirtió en uno de los países con menor porcentaje de felicidad en el mundo.

«Ha habido un marcado deterioro en la felicidad del venezolano, especialmente en el último año, y eso esta acompañado de un deterioro que se puede medir a través de muchas preguntas relacionada con el nivel de inseguridad, la calidad de la infraestructura y sobre todo la esperanza, la idea de que en cinco años podrá estar mejor», garantizó el economista.

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