La ULA Táchira enfrenta una grave crisis: la carrera de educación, clave para el futuro del país, tiene muy pocos estudiantes matriculados. Los bajos salarios y la ausencia de oportunidades laborales en el gremio docente desalientan a los jóvenes, lo que pone en aún más riesgo al sistema educativo.
San Cristóbal. “Quiero estudiar educación porque en el futuro no tendremos profesores”, pensó Andreina Ramírez mientras caminaba por los pasillos vacíos de la Universidad de Los Andes (ULA), núcleo Táchira. La visita le confirmó su vocación, cuando apenas era una aspirante a la vida universitaria.
En este 2025, decidió aventurarse en la carrera de educación, mención básica integral, a pesar de que para el semestre que está por iniciar apenas nueve jóvenes se inscribieron, en contraste con los más de 3200 estudiantes que hace años llenaban las aulas de esta especialidad.
Esta profesión, dedicada a la enseñanza de niños de primero a sexto grado, perdió atractivo para muchos jóvenes, debido a los bajos salarios que ofrece la administración pública y las precarias condiciones laborales en el sector privado.
Para Ramírez, sin embargo, esto no representa un obstáculo, pues aseguró que al graduarse quiere ejercer como docente. Al mismo tiempo, quiere mantener su emprendimiento de repostería, el cual le permite costear sus estudios.
Lamentó que la matrícula de nuevo ingreso no supere las 30 personas este año. Apenas una persona se inscribió en matemáticas, cinco en castellano, cinco en biología y química, y ocho en educación básica integral.
Sin esperanzas de mejora
La ULA registra actualmente 4000 estudiantes inscritos en todo el campus. La carrera más demandada es Idiomas Modernos, donde al menos 200 jóvenes quedaron sin poder ingresar.
Medicina, Contaduría Pública y Comunicación Social —que aún se mantiene bajo la modalidad anual— también figuran entre las opciones preferidas por los bachilleres, quienes aspiran obtener un cupo en estas áreas.

Angélica Gutiérrez cursa el tercer año de Idiomas Modernos, carrera a la que ingresó tras cambiarse desde Geografía e Historia, convencida de que esa especialidad no le ofrecería futuro laboral.
Desde su primer año en la universidad notó cómo poco a poco sus compañeros abandonaban los estudios para emigrar o buscar otras opciones con mejores perspectivas.
“Estudié dos años Geografía y decidí hacer el cambio para Idiomas porque pensé que iba ser difícil encontrar un trabajo donde pudiera recibir un salario digno”, señaló.
Consciente de la crisis docente, la joven eligió una profesión con más salidas laborales. Ya sea en el ejercicio formal o como instructora particular de inglés o francés. El dominio de idiomas extranjeros es un recurso laboral muy demandado, tanto en Venezuela como en el exterior.
“La situación del país no va a mejorar. Los profesores necesitan mejores condiciones y las soluciones no se ven a corto plazo”,aseveró.
Divorcio con el sector educativo
El vicerrector de la ULA, núcleo Táchira, Omar Pérez Díaz, indicó que existe un “divorcio” entre la educación y el gobierno nacional, pues no hay un plan para mejorar la infraestructura ni los salarios del personal universitario.
Recordó que hace más de 20 años las carreras de educación eran las más solicitadas; ahora, la matrícula no supera los 100 estudiantes, desanimados por la falta de “seguridad laboral y social” a futuro.
Indicó que Idiomas se ha convertido en la alternativa más atractiva. Antes era vista como una carrera “de moda” para aprender inglés y francés sin intención de enseñar, pero el éxodo migratorio aumentó su demanda.
“La matrícula no solo es baja en el Táchira sino también en otras universidades del país”,afirmó.

Sin rutas
En años anteriores, la ULA Táchira contaba con más de 15 rutas de transporte que conectaban San Cristóbal con municipios como Junín, Capacho Nuevo, Capacho Viejo, Cárdenas y Andrés Bello. Hoy solo queda una.
El vehículo fue recuperado con apoyo de la alcaldía de San Cristóbal y se cuida rigurosamente para garantizar la movilidad en actividades puntuales.
En contraste, los vehículos que antes servían para el traslado al consejo universitario están inoperativos por falta de cauchos, baterías y otros insumos. Esto obliga al personal a movilizarse por sus propios medios.
El relato de Andreina es el punto de partida de una realidad más amplia. La lenta desaparición de los salones llenos y de las rutas estudiantiles que alguna vez llevaron a miles de jóvenes a clase. La universidad, con sus pasillos vacíos y autobuses dañados, se convierte en el escenario de una crisis que no es solo académica, sino también social.
Carreras enteras que alguna vez se disputaban cientos de aspirantes hoy apenas sobreviven con un puñado de estudiantes. El trasfondo es claro: Venezuela enfrenta una escasez creciente de futuros maestros.
Las cifras de matrícula, los testimonios de abandono y la falta de políticas públicas evidencian que el país podría quedarse sin personal calificado para enseñar a las próximas generaciones, en un futuro no muy lejano.
Una imagen sintetiza la crisis de la ULA Táchira: un autobús único, custodiado como la última esperanza, que simboliza un sistema educativo que resiste con fuerzas menguantes. Entre ese silencio elocuente y el testimonio de Andreina surge el dilema definitivo: persistir por vocación o claudicar ante la ausencia de futuro.
CRONICA UNO