En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, conversamos con Lizbeth Cordero, Coordinadora del Programa de Atención Permanente a la Mujer Trabajadora de la Asociación de Trabajadores, Emprendedores y Microempresarios de Venezuela (ATRAEM). Cordero, licenciada en estudios políticos y estudiante de la maestría de estudios de la mujer en la UCV, está comprometida con el empoderamiento personal y económico de las mujeres, así como con la prevención de la violencia.
ATRAEM es una organización dedicada a la organización, capacitación, y defensa de los trabajadores y trabajadoras por cuenta propia. El programa coordinado por Cordero se enfoca en dos aspectos fundamentales: el empoderamiento personal y la promoción del empoderamiento económico a través del emprendimiento. En más de 10 años, han capacitado a aproximadamente 3.000 mujeres.
Según Cordero, el liderazgo comienza con el reconocimiento personal de que «todos somos líderes en algún momento», ejerciendo esta habilidad en situaciones específicas y potenciándola para la participación en procesos de toma de decisiones.

Señaló que hay organizaciones como Cepaz y Utopics que han estado siguiendo las cifras de femicidio, destacando que más del 80% de estos asesinatos son cometidos por las parejas o exparejas de las víctimas. Un gran reto es la normalización de conductas violentas como gritos, celos o control. Además, se hizo énfasis en la violencia digital, que incluye el rastreo por teléfono o el envío de contenido sexual no solicitado.
Cordero resaltó la importancia de visibilizar la violencia patrimonial, que es cuando la pareja limita o cercena la posibilidad de la mujer de sustentarse económicamente, en ocasiones diciéndoles que no trabajen.
«Mientras la mujer tenga ese acceso a sus propios recursos, tiene la posibilidad no solamente de ser como protagonista de su propia vida, de ayudar a su familia… pero también eso ayuda al desarrollo económico local.» Precisó.
Un dato clave del trabajo de ATRAEM es que la mayoría de las mujeres que asisten a sus programas de formación son mayores de 40, o incluso 45 años, pertenecientes a sectores populares. Esto subraya la necesidad de abordar el edadismo como una forma de violencia y la importancia del emprendimiento como una oportunidad para estas mujeres que enfrentan barreras en el mercado laboral por su edad.
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