Estado de bienestar y economía del mercado. Parte I

“El único límite a nuestros logros de mañana está en nuestras dudas de hoy”

Franklin D. Roosevelt

Uno de los principios básicos de la economía dice que “los mercados normalmente constituyen un buen mecanismo para organizar la actividad económica”, la llamada “mano invisible” de Adam Smith, que señala: “los precios son el instrumento con el que la mano invisible dirige la actividad económica”, Friedrich Hayek, Gregory Mankiw, Ludwig von Mises coinciden, que cuando un gobierno impide que los precios se ajusten a las condiciones naturales de la oferta y la demanda, impide que la mano invisible coordine la economía.

Los gobiernos en los países populistas como el de Venezuela que además es de izquierda, no dejan que los precios se rijan por el mercado, sino que son dictados por los planificadores centrales. Éstos carecen de la intención de permitir que los precios respondan libremente a las fuerzas del mercado. Los planificadores centrales siempre fracasan porque dirigen la economía con una mano atada a la espalda: la mano invisible del mercado.

Los mercados solo funcionan y progresan si se respetan los derechos de propiedad. Un agricultor no cultivará nada si tiene la incertidumbre que le roben la cosecha y un industrial no aumentará sus inversiones si lo obligan a producir por debajo de sus costos de producción. En un Estado de Derecho todos tendríamos el derecho de ir a los tribunales que nos suministra el Estado para imponer nuestros derechos sobre las que cosas que producimos. Pero cuando es el Estado el que propicia la violación a la propiedad inevitablemente las consecuencias son desabastecimiento e inflación.

Es cierto que la mano invisible no garantiza que todo el mundo tendrá suficiente comida, una ropa digna y una asistencia sanitaria adecuada siendo allí donde el Estado sí debe participar a través de la recaudación de impuestos, que a su vez los distribuye en asistencia social, tratando de conseguir una distribución más equitativa del bienestar económico. Aquí es donde vemos el argumento central del Estado de Bienestar.

El mismo se ha vendido como una tercera vía, caracterizada como un sistema intermedio entre la economía de mercado y la economía socialista, que toma lo mejor de cada uno y deja de lado sus fallas. Se entiende que es un modo de alcanzar los más elevados niveles de igualdad social, sin coartar el espíritu empresarial.

El objetivo de esta serie de artículos es tratar de analizar las diferencias entre la economía de mercado y Estado de Bienestar.

Constantemente líderes religiosos, formadores de opinión, políticos democráticos e incluso algunos jefes de empresa proclaman que el sistema de libre mercado es por definición inmoral.

Se dice que el capitalismo está basado en el egoísmo y la codicia; que fomenta el materialismo, el consumismo, la explotación inmisericorde. Además, se añade que un sistema así está en crisis, que sus abusos abren la puerta a paraísos fiscales, evasión de impuestos, corrupción de políticos y toda forma de conductas inmorales. Sin embargo, sus críticos no se atreven a negar que el mercado sirva para asignar correctamente los recursos, visto el fracaso estrepitoso de la planificación centralizada en los países comunistas, solo aducen que la misma es injusta.

Los enemigos del mercado acusan a los industriales, distribuidores y publicistas de crear necesidades frívolas. Cuando en verdad, esos deseos existen, pero nadie los reconoce.

Para ellos es obsceno que haya personas que ganen tanto dinero como Messi, Zuckerberg, Bezos, ¡Es claro que quienes ofrecen productos innovadores y de éxito se hacen ricos, mucho más en una economía globalizada! Lo obsceno sería que hubiesen obtenido su fortuna gracias a estar enchufados del Gobierno o lavado de dinero del narco tráfico.

El lamento de los populistas es que “los pobres son cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos” debido al capitalismo. Sin embargo, según el Banco Mundial desde 1990 hasta hoy la pobreza ha disminuido en un 59% pasando de 1.850 millones de personas a 767 millones. En esos años, la población mundial creció en 3.000 millones de personas, lo que debería haber aumentado el número de pobres si fuese cierto el lamento de los populistas.

Si tomamos la definición más común que la pobreza extrema es la situación de quienes viven con menos de un dólar al día, el número de pobres disminuyó en 36 años en unos 617.000, hasta quedar en 350.000 personas.

Siguiendo con el informe del Banco Mundial, la reducción de la pobreza extrema entre 2012 y 2013 estuvo impulsada principalmente por Asia oriental y el Pacífico con 71 millones de pobres menos solo en China e Indonesia y en Asia meridional con 37 millones de pobres menos, principalmente en India. Por ejemplo, en la India el 1981 el 61% de su población vivía con menos 1,25 dólares al día, en 2017 el 36,3% esto tras su apertura al libre mercado y reformas sociales.

La evolución de China es impresionante: en 1981 el 84% de su población vivía con 1,25 dólares al día o menos; en 2017 esa proporción se había reducido al 13% de la población. Para el tamaño de su población es un logro importantísimo y esto le logró por la apertura al mercado, aunque todavía falta resolver los temas de derechos civiles.

Por el contrario, según informe de la CEPAL Los niveles de pobreza y miseria aumentaron en América Latina como promedio regional en 2015 y 2016, luego de más de una década de reducción.

En el 2014, 28,5% de la población de la región se encontraba en situación de pobreza (168 millones de personas), porcentaje que aumentó a 29,8% en 2015 (178 millones) y a 30,7% en 2016 (186 millones de personas). La miseria o pobreza extrema, en tanto, pasó del 8,2% en 2014 (48 millones de personas) al 10% en 2016 (61 millones de personas) en el caso de Venezuela según la encuesta ENCOVI el 61% de la población está en pobreza extrema y el 26% en pobreza.

La cantidad de personas que aún vive en la pobreza en el mundo sigue siendo impresionante y también indica lo mucho que queda por hacer en el camino hacia una economía global y próspera. Sin embargo, no debemos olvidar la marcada reducción de la pobreza y la desigualdad conseguida por el capitalismo, en especial en los países que se han alejado del populismo y del socialismo utópico.