Louise Glück la poeta estadounidense de 77 años, nacida en Nueva York, ha obtenido el galardón de la Academia Sueca por su “inconfundible voz poética, que, con una belleza austera, torna la existencia individual universal”.
La última poeta premiada había sido la polaca Wislawa Szymborska, en 1996. Mientras que el poeta irlandés Seamus Heaney lo había ganado en el 1995.
Premio Nobel de Literatura 2020
El próximo 10 de diciembre, Louise Glück recibirá su diploma y medalla en Estados Unidos, no en Suecia y el video podrá seguirse desde el ayuntamiento de Estocolmo. El premio, dotado con diez millones de coronas suecas (unos 958.000 euros), multiplica las ventas del autor laureado en todo el mundo.
La Academia Sueca ha destacado sobre la obra de Glück, “En sus poemas, el yo escucha lo que queda de sus sueños e ilusiones, y nadie puede ser más duro que ella para afrontar las ilusiones del yo”.
15 claves para conocer a Louise Glück, ganadora del Premio Nobel de Literatura
Nacida en la ciudad de Nueva York en 1943, creció en Long Island y se licenció en 1961 por la George W. Hewlett High School. Posteriormente asistió al Sarah Lawrence College en Yonkers, Estado de Nueva York y a la Universidad de Columbia.
Vive en Cambridge, Massachusetts y es profesora de inglés en la Universidad de Yale, New Haven, Connecticut.
La neoyorquina padeció anorexia en su juventud, enfermedad que reflejó en varios de sus poemarios.
En lo referente a su vida personal, se ha divorciado en dos ocasiones y es madre de un hijo, Noah Dranow, que es sommelier.
Sus temas son la infancia y la vida familiar, la estrecha relación con padres y hermanos a través de los cuales busca lo universal, para lo que se inspira en los mitos y motivos clásicos, presentes en la mayoría de sus escritos.
Tras su primera obra Firstborn (1968) fue aclamada como una de las poetas más destacadas de la literatura contemporánea estadounidense.
En El Iris Salvaje (1992), la poesía de Glück es construcción, luz sostenida o contenida. Construye su lenguaje al mismo tiempo que construye un lugar en el mundo. Los poemas hablan de la naturaleza y en ellos el lector encuentra un diálogo incesante: el poema/poeta siempre se dirige a alguien, siempre busca respuesta inmediata y sufre si la respuesta no llega.
Averno (2006) es, en opinión de la Academia Sueca, “una colección magistral, una interpretación visionaria del mito del descenso de Perséfone al infierno en el cautiverio de Hades, el dios de la muerte”.
Es autora de doce colecciones de poesía y algunos volúmenes de ensayos sobre poesía.
Fue galardonada con el Premio Nacional de la Crítica por The Triumph of Achilles, el Premio Pulitzer por The Wild Iris (El iris salvaje, Pre-Textos, 2006), y el primer Premio otorgado por los lectores del New Yorker, además del Premio Bollingen, por Vita Nova.
En 2015, Barack Obama, considerado el presidente que más importancia le ha dado a la poesía en su mandato, le otorgó la Medalla Nacional de Humanidades.
Glück es miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras y profesora en el Williams College.
Publicaciones de Louise Glück
La autora está considerada una de las poetas más dotadas de su generación por su “excepcional capacidad para hacer que la experiencia sea asumida como propia por un lector sorprendido ante la intensa percepción de unos poemas que iluminan acontecimientos absolutamente comunes”, como aseguraba el crítico Andrés Ortega en una reseña de Las siete edades (Pre- Textos 2011).
El escritor y periodista, Nelson Rivera ha dicho sobre este galardón “La justicia poética existe”. El libro más reciente en español de la autora fue traducido por el poeta y escritor venezolano Adalber Salas para la editorial independiente Pre-Textos.
La Editorial Pre-textos a través de Zuri Negrín, dijo: “Si es que en esta casa siempre hemos sido de Louise y de estas maravillosas ediciones”. Se refiere a: Vita Nova, Averno, Una vida de pueblo, Praderas, Las siete edades, Ararat, El iris salvaje.
Algunas consideraciones
Para el escritor español Jorge Carrión, con este Nobel de Literatura, la Academia sueca vuelve a perder la oportunidad de ser realmente global y postcolonial. Califica de inexplicable y triste que de los últimos premiados, 5 escriben en inglés y 2 son de los Estados Unidos.
Dice la poeta Luna Miguel que hablar de Louise Glück como una autora de poemas cursis es “una lectura equivocada de su obra”. La madrileña analizó la obra de la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2020 en su canal de YouTube durante el confinamiento. “He leído algunas reseñas de El iris salvaje en las que se tacha la poesía de Gück de blanda y de cursi, ¡pero bueno! A mí, que ya me gustaba, me ha ido emocionando más conforme avanzaba en la lectura. No recordaba esa fuerza, esa socarronería disfrazada de flor o de luz de luna”.
Íntima y austera
Los poemas no perduran como objetos, sino como presencias. Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero.
- Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado
- Me he convertido en una anciana. / He acogido con agrado la oscuridad / que tanto temía
- Pocas cosas me gustan tanto como la austeridad y la belleza austera
- En una época / solo la certeza me daba alegría.
- Imagínense… / la certeza, una cosa muerta
Poemas de Louise Glück
El deseo
¿Te acuerdas de cuando pediste un deseo?
Yo pido muchos deseos.
Cuando te mentí
sobre lo de la mariposa. Siempre me pregunté
qué pediste.
¿Qué crees que pedí yo?
No sé. Que volvería,
que al final de alguna manera estaríamos juntos.
Pedí lo que siempre pido.
Pedí otro poema.
El jardín
No puedo hacerlo nuevamente,
difícilmente soportaría verlo;
bajo la tenue lluvia del jardín
la joven pareja siembra
un surco de guisantes, como si
nadie lo hubiese hecho nunca:
los grandes problemas todavía
no han sido enfrentados ni resueltos.
Ellos no pueden verse
en el polvo fresco aún, empezar
sin ninguna perspectiva,
con las colinas al fondo, verdes y pálidas, nubladas de flores.
Ella desea detenerse;
él desea llegar hasta el fin,
permanecer en las cosas.
Mírala a ella tocar su mejilla,
pedirle una tregua, los dedos
ateridos por la lluvia primaveral;
en el pasto tierno estrellan rojos azafranes.
Aun aquí, aun en los comienzos del amor,
su mano al abandonar la cara
da una impresión de despedida,
y ellos se creen
capaces de ignorar
esta tristeza.
Un mito sobre la devoción
Cuando Hades se enamoró de esta muchacha,
le construyó un duplicado de la tierra.
Todo igual, hasta un prado,
pero con una cama.
Todo igual, incluso el sol,
porque sería difícil para una joven
ir de la luz a la completa oscuridad.
Paso a paso, pensó, le ofrecería la noche,
primero como sombras de hojas agitadas.
Luego la luna, las estrellas. Después ninguna.
Que Perséfone se acostumbre poco a poco.
Al final, pensó, se sentirá a gusto.
Una réplica de la tierra,
excepto que en esta había amor.
¿No todos quieren amor?
Esperó muchos años,
construyendo un mundo, observando
a Perséfone en el prado.
Perséfone, la que olfatea y prueba,
si tenés un apetito, pensó,
los tenés todos.
¿No quiere todo mundo sentir en la noche
el cuerpo amado —estrella polar, brújula—,
escuchar el suave aliento que dice
“estoy vivo”, que también significa
que estás vivo, porque me oís
y estás aquí conmigo. Y cuando uno se da vuelta
el otro también se da vuelta?
Eso fue lo que sintió el señor de la oscuridad,
viendo el mundo que había
construido para Perséfone. Jamás se le ocurrió
que aquí no habría nada para olfatear;
sin duda, tampoco para comer.
¿Culpa? ¿Espanto? ¿Miedo al amor?
No podía imaginar estas cosas.
Ningún enamorado las imagina.
Él soñaba; se preguntaba cómo nombrar este lugar.
Primero pensó: El Nuevo Infierno. Luego: El Jardín.
Por último, decidió llamarlo
La Infancia de Perséfone.
Una suave luz se eleva sobre el prado,
tras la cama. Él la toma en sus brazos.
Quiere decirle “Te amo. Nada puede herirte”,
pero cree que
es una mentira, entonces al final le dice:
“Estás muerta. Nada puede herirte”,
que a él le parece
un comienzo más prometedor, más verdadero
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