La apuesta de Alphabet para el mercado de la electrónica ‘vestible’, Google Glass, pretendía acabar con la necesidad de cargar con un móvil, pero no tuvo el éxito esperado.
El dispositivo, conocido como «edición explorador» y poco más que un prototipo, costaba cerca de 1.500 euros, pero su principal problema no era lo costoso, si no que parecía no tener una función bien definida. Como su propio nombre indicaba, los lentes eran más bien un intento de que el público objetivo explorase lo que era posible hacer con ellos. Una prueba piloto costeada por los propios clientes.
Durante el último año y medio, Google, varios socios y distribuidores han desarrollado pruebas junto a varias compañías de todo el mundo para tratar de encontrar usos en el mercado empresarial para el programa de “exploradores” de Google Glass, cuando se pensaba que habían quedado en el abandono.
Información sobre estas pruebas se ha filtrado de manera puntual, aunque sin detalles precisos. Los lentes ya no dependen del departamento de investigación y desarrollo de la compañía, sino que han pasado a formar parte del mismo equipo responsable de los dispositivos Nest.
Grandes empresas, como Boeing, las usan en ciertas divisiones desde hace meses. En cadenas de producción y montaje, o labores de peritaje y control de inventario tener una pantalla donde consultar información al mismo tiempo que se trabaja con las manos puede ahorrar mucho tiempo y aumentar la productividad.
Alphabet y sus socios distribuidores han anunciado de forma oficial la disponibilidad de estos nuevos Glass, que serán conocidos como Enterprise Edition.
Los lentes no son las mismos que los que se podían adquirir en la versión «explorador». Tienen mejor procesador, más memoria, un diseño que permite plegar las patillas como en los lentes convencionales (al plegarlos se apagan) y un prisma de cristal (la superficie donde se proyecta la imagen que el usuario ve flotando en su campo de visión) de mayor tamaño. En general, son más cómodos e incorporan innovaciones de diseño que simplifican mucho el uso, como un cable de carga magnético.
También solucionan uno de los mayores problemas que tenían los lentes originales: al grabar con ellos no había ninguna indicación visual que advirtiese a los protagonistas involuntarios de los vídeos y fotografías. Ahora un pequeño piloto se enciende al comenzar la grabación. El método de control, en cualquier caso, es el mismo. Se puede deslizar el dedo por la patilla, que tiene una superficie táctil, o usar comando de voz.
Alphabet, a partir de ahora, se centrará únicamente en fabricar el dispositivo, pero serán los distribuidores los encargados de darle vida con software propio y adaptado a las necesidades de cada empresa. El precio final no dependerá de Google, por tanto, sino de ellos.
La española Streye será una de las dos únicas compañías europeas con licencia de distribución. Ha creado una plataforma propia que permite usar los lentes para retransmitir vídeo en tiempo real y recibir comentarios de los espectadores -una aplicación especialmente indicada para entornos médicos o de asistencia técnica-. También desarrollará aplicaciones a medida para los distintos clientes.
Aunque los nuevos Google Glass tienen un enfoque claramente empresarial, Streye venderá el dispositivo también a particulares. El precio del modelo básico será de 1.500 euros aproximadamente, similar a la difunta «edición explorador», y en función de la demanda creará aplicaciones orientadas a usuarios finales en lugar de empresas.