«Arrellanados en sus butacas neumáticas, Lenina y el Salvaje, olían y escuchaban. Hasta que llegó el momento de ver y palpar también».
Las luces se apagaron y de las tinieblas surgieron unas letras llameantes, sólidas, que parecían flotar en el aire. ‘Tres semanas en helicóptero’. Un filme sensible, supercantado, hablado sintéticamente, en color y estereoscópico, con acompañamiento sincronizado de un órgano de perfumes.
—Agarra esos pomos metálicos de los brazos de tu butaca —susurró Lenina—. De lo contrario no notarás los efectos táctiles. El salvaje obedeció sus instrucciones.
¡Aquella sensación en sus propios labios! Se llevó una mano a la boca; las cosquillas cesaron; volvió a poner la mano izquierda en el pomo metálico y volvió a sentirlas. Entretanto, el órgano de perfumes, exhalaba almizcle puro«.
Cuando Aldous Huxley describió las películas sensibles en su sátira «Un mundo feliz» de los años 30, se imaginó un mundo en el que el sentido del tacto sería tan explotado por la tecnología del futuro como el de la vista y oído.
Eso ha tardado en llegar.
Pero está llegando.
A pesar de que el sentido del tacto no ha tenido un papel estelar como un medio de interactuar con las máquinas, laboratorios en todo el mundo están ansiosos de cerrar la brecha, y las primeras aplicaciones comerciales están llegando al mercado.
Hasta ahora hemos interactuado con un entorno virtual usando una pluralidad de dispositivos portátiles. En el futuro cercano -aseguran los conocedores-, no habrá necesidad de que carguemos computadoras portátiles ni teléfonos móviles.
La implementación de la tecnología háptica -dicen- nos llevará a una nueva era, en la que el mundo virtual estará con nosotros aunque no lo veamos y podremos sentirlo.
¿Háptiqué?
La palabra háptico, del griego ἅπτικός, significa perteneciente al sentido del tacto y proviene del verbo griego ἅπτεσθαι (haptesthai), que significa contactar o tocar.
«Háptico es para el sentido del tacto lo que la óptica es para el sentido de la vista«, dijo Will Provancher, profesor asociado de ingeniería mecánica en la Universidad de Utah, en EE.UU.
Si has jugando un videojuego, puedes haber usando tecnología háptica en tu joystick. Si tu teléfono celular vibra en su bolsillo, eso es también es tecnología háptica.
Pero ahora imagínate que estás en el sofá de tu casa, comodísimo, viendo un programa interesantísimo en la televisión.
Al terminar, quieres cambiar de canal… pero, ¿dónde dejaste el control remoto?
De repente recuerdas que no lo necesitas: eres un afortunado poseedor de un artilugio con tecnología háptica.
Así como estás, sin necesidad de tener ningún aparato en ninguna parte de tu cuerpo, levantas la mano y, aunque no veas nada flotando en el aire, sientes los controles y aprietas el botón.
¿Imposible?
En Bristol, Inglaterra, la compañía Ultrahaptics usa ultrasonido para producir «puntos focales» -ondas de sonido concentradas suspendidas en el aire- que crean esencialmente un botón flotante e invisible que responde a la retroalimentación táctil.
El usuario puede «sentir» esos puntos e incluso puede sentir diferencias entre los puntos.
Y tocar algo que no existe es una experiencia alucinante.
Quizás porque la tecnología ya nos acostumbró a escuchar lo que no vemos y a ver lo imposible.
O quizás porque el sentido del tacto transmite mucha más información a nuestro cerebro de la que un solo sentido puede proporcionar.
El tacto transmite temperatura, presión y textura. El tacto es dramático. El tacto nos conecta.
El tacto ayuda a sumergir al usuario en el mundo que está creando para él.
Pero, ¿cómo sentir lo que no está ahí?
«Háptica se refiere al aspecto sensorial que viene de la médula espinal. Incluye la sensación del tacto y la interocepción», respondió uno de los pioneros en realidad virtual, el filósofo de la informática Jaron Lanier, cuando habló con la BBC.
«Es un sistema sensorial vasto procesado por un área extensa del cerebro», agregó.
«Desde mi punto de vista es un océano gigante de inteligencia que hemos usado sólo como una forma de movernos pero que puede ser extraordinario«.
«Si observas a los pianistas improvisando, a veces pueden solucionar problemas matemáticos al elegir notas musicales que no podrían solucionar tan fácilmente de otra manera», señaló.
«Es ese tipo de pensamiento abstracto que nos gustaría explorar mejor. El problema es que sabemos menos sobre las sensaciones hápticas que sobre los otros sentidos, y es más difícil diseñar experimentos para estudiarlas».
¿Estaríamos creando una realidad que imita a la nuestra o una que sea igualmente tangible pero reconociblemente distinta?
«Las dos cosas son igualmente interesantes pero de maneras diferentes», respondió.
«Al intentar replicar la realidad lo interesante precisamente es que descubres que es imposible«.
«Uno podría pensar que si supiéramos todo lo que tenemos que saber sobre la manera en la que percibimos la realidad a través de nuestros sentidos y lo replicáramos con tecnología, el mundo virtual podría ser tan real como… el real», explicó.
«Sin embargo, la forma en la que percibimos el mundo no se limita solo a los sentidos».
«El cerebro es una criatura fluida y plástica que crece y aprende, por eso creo que a medida que tengamos más y mejores experiencias de realidad virtual o ilusiones hápticas, iremos aprendiendo a percibir las realidades cada vez con más precisión«.
«Si trajéramos del futuro, con una máquina del tiempo, esa tecnología y la usáramos, nos engañaría».
«Pero a las personas que van a ir usando esa tecnología a medida que se vaya desarrollando no las engañará pues habrán aprendido a ver el mundo mejor de lo que nosotros lo vemos en la actualidad».
Y ¿qué le gustaría poder hacer a Lanier con la tecnología háptica que aún no podemos hacer?
«¡Tantas cosas! Una de ellas sería poder conectarme con otra persona y que nos podamos ver mejor».
En el horizonte
Más que sólo verse bien, como añora Lanier, hay investigadores trabajando en háptica afectiva.
La idea es que las interacciones en línea dependen en gran medida de la visión y la audición, pero hasta ahora no del contacto físico, que es muy importante emocionalmente.
Aún está en pañales pero, por ejemplo, en la Universidad Simon Fraser desarrollaron un guante que ayuda a transmitir el toque de una mano. Si te pones el Flex-N-Feel y doblas o mueves los dedos de la mano, una señal viaja por wi-fi a los sensores en el otro guante, que vibra para recrear el movimiento.
Así puedes acariciar o tomar la mano de alguien aunque esté en el otro lado del mundo.
Para vivir
En el campo de la medicina, la tecnología háptica promete futuros que la mayoría querríamos que se hicieran realidad lo antes posible.
Los profesionales médicos ya la utilizan durante los ejercicios de entrenamiento para practicar técnicas quirúrgicas, así como durante las cirugías en sí. Sin embargo, hasta ahora, la robótica no ha podido transmitirle retroalimentación táctil al cirujano.
Cientos de miles de cirugías robóticas mínimamente invasivas se realizan anualmente, pero los cirujanos operan sin el beneficio del sentido del tacto.
Lo ideal sería que, por ejemplo, un cirujano pudiera recibir retroalimentación háptica del corazón de una persona y solucionar el problema sin necesidad de abrir la cavidad torácica para usar sus manos.
Y en eso se está trabajando.
Créditos: BBC