Con motivo de la conmemoración del Día Internacional del Trabajador, la Alianza Venezolana por el Liderazgo de las Mujeres (AVEM) emitió una sentida declaración, en el marco de la emergencia por la pandemia COVID-19.
Afirma el comunicado que la pandemia ha generado una serie de cambios y configurado una crisis multidimensional que impacta los pilares sociales, económicos, políticos y sanitarios del mundo.
A continuación la declaración de AVEM
Mensaje de la ALIANZA VENEZOLANA EMPRESARIAL POR EL LIDERAZGO DE LAS MUJERES (AVEM) con ocasión de la conmemoración del Día del Trabajador en el marco de la emergencia generada por el COVID-19.
Recibimos este 1° de Mayo en medio de una pandemia sin precedentes que desafía nuestras capacidades de adaptación y sobrevivencia en todos los niveles. El COVID-19 ha configurado una crisis mundial multidimensional que impacta las esferas sanitaria, económica, política y social de la mayoría de los países del mundo, así como una transformación global de las relaciones laborales hacia esquemas no transitados hasta ahora en nuestras organizaciones.
La mayoría de las empresas en el mundo están reconfigurando los modos de diseño, producción, distribución y venta de sus productos y servicios. Están haciendo acopio de sus capacidades de innovación y aceleración tecnológica para sobrevivir y crecer de manera resiliente una vez que la emergencia sea superada. Además, se están replanteando los mecanismos de contratación, compensación, formación y compromiso de su fuerza laboral, bajo la modalidad de teletrabajo y externalización de algunas de sus funciones. Muchas otras están despidiendo personal o ajustando el tamaño de sus plantillas al encontrarse en sectores más desfavorecidos por el cierre de operaciones que demandan más actividad presencial. Todo hace pensar que este camino que abrió el COVID-19 no tendrá vuelta atrás y que estamos en un punto de inflexión importante de la historia de la humanidad.
En Venezuela, esta pandemia nos reta a todos, muy especialmente al sector empresarial privado, a mantener la oferta de servicios a usuarios y clientes, asegurar continuidad en las operaciones y preservar en lo posible los puestos de trabajo. Por ello, las medianas y grandes empresas privadas en el país han respondido a las necesarias medidas de confinamiento y distanciamiento social de forma ágil para garantizar las labores, tanto en sectores decretados esenciales como no esenciales, incorporando prácticas de trabajo remoto donde ello ha sido posible, sorteando dificultades de conectividad, seguridad de equipos, formación de recurso humano y las presiones emocionales que se derivan de vivir un panorama como éste.
Aun cuando estamos en medio de una situación de alerta colectiva que afecta física y mentalmente a toda nuestra población laboral, desde AVEM queremos llamar la atención sobre la manera diferenciada en que esta crisis impacta sobre las mujeres trabajadoras, evidencia corroborada por diversos organismos de cooperación internacional que demuestran que, en situaciones de crisis, las desigualdades de género preexistentes suelen acentuarse.
Algunos datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización Internacional de Empleadores (OIE), el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) y ONU Mujeres, entre otros, avalan esta realidad:
• En todo el mundo, las mujeres representan el 70% de quienes trabajan en los sectores sanitarios y sociales (9 de cada 10 profesionales de enfermería son mujeres) lo cual las coloca en mayor riesgo de ser contagiadas.
• Las mujeres se ven profundamente afectadas por la informalidad, especialmente las trabajadoras domésticas y las mujeres migrantes, que carecen de acceso a redes de seguridad y protección social (el 92,1% de las mujeres en los países en desarrollo tienen un empleo informal en comparación con el 87,5% de los hombres).
• Las mujeres dedican más tiempo al trabajo de cuidados no remunerado en comparación con los hombres, por ser madres y cuidadoras de familiares, cargando con el peso de las labores domésticas. Ellas soportan la carga de los cuidados no remunerados, ya que a nivel mundial realizan el 76,2% del total de horas al día en actividades de cuidado, más del triple que los hombres. Esto era cierto antes de la crisis y con el confinamiento se intensifica dicha carga. En los casos de mujeres trabajadoras que gestionaban asistencia para los cuidados de niños, adultos mayores o para las tareas domésticas en su casa, este apoyo está ahora limitado o imposibilitado, con lo que la carga laboral dentro del hogar se mezcla con la carga remota.
• Las mujeres están asumiendo además del rol de trabajadoras y madres, el de educadoras de los hijos, cuidadoras de adultos mayores, limpiadoras domésticas y garantes de la higiene anti-contagio, entre otros. Estos roles adicionales sin ningún tipo de apoyo están generando fatiga y estrés que, de sostenerse por mucho tiempo, puede debilitar su salud mental y física.
• Conectado con lo anterior, para las madres jefas de hogares monoparentales, asistir a sus labores de trabajo en sectores esenciales, se dificulta al no tener servicios de guardería y cuidado de niños disponibles, lo cual puede llevar a muchas a dejar su trabajo remunerado.
• Cuando los servicios de salud están saturados, la asistencia a métodos de anticoncepción y a la atención pre y posnatal disminuye. Según estimaciones del UNFPA, 47 millones de mujeres en el mundo dejarán te tener acceso a métodos de planificación familiar y habrá siete millones de embarazos no deseados en los próximos seis meses en 114 países de renta media o baja.
• Se está registrando un incremento en los casos de violencia contra las mujeres junto con las estrategias de aislamiento y cuarentena. La violencia en la pareja y la violencia en el hogar ha aumentado drásticamente en el curso de los confinamientos en las casas (en muchos países de más del 25%).
La crisis por COVID-19, como cualquier otra crisis, intensifica y amplía las brechas de desigualdad y de género que se han registrado históricamente, incrementándose las probabilidades de que más mujeres queden desempleadas o en trabajos precarios, con menores ingresos, poniendo así en peligro su propio sostenimiento y el de sus hijos.
Por tales motivos nos permitimos sugerir una serie de recomendaciones a las empresas en el país, que tomen en cuenta las necesidades y el liderazgo de las mujeres en el centro de las respuestas efectivas contra la pandemia y para quienes pedimos medidas específicas de protección:
• Que la alta gerencia se sensibilice sobre el impacto que la situación está generando en nuestra población laboral, muy especialmente las mujeres, entendiendo las realidades personales y familiares que afectan los niveles de productividad como los conocemos y medimos en situaciones menos comprometidas.
• Diseñar y difundir políticas internas de trabajo remoto en confinamiento, que ayuden a los trabajadores y trabajadoras a saber claramente sus deberes y derechos laborales y clarificar expectativas en la relación laboral presente.
• Llevar datos de su población laboral desagregados por sexo y edad, de modo que las necesidades y realidades de las mujeres no queden al margen y se conozcan las opciones de apoyo con las que puedan contar.
• Identificar grupos de mujeres de alto riesgo como embarazadas, lactantes, jefas de hogares monoparentales, trabajadoras a tiempo parcial, cuidadoras de adultos mayores o familiares enfermos y otras vulnerabilidades, para ofrecerles medidas de protección adicional.
• Flexibilizar horarios y tiempos de conexión o permanencia en las labores, respetando tiempos de vacaciones, ocio y descanso necesarios, ahora que los límites entre la vida familiar y vida laboral se hacen difusos.
• Facilitar mecanismos de transportación que disminuyan las posibilidades de contagio en el traslado de la casa al trabajo.
• Informar a toda la población laboral sobre mecanismos de conciliación laboral y familiar de manera que la carga doméstica sea redistribuida y no recaiga solamente sobre las mujeres.
• Aprovechar las redes existentes de organizaciones de mujeres para obtener guía y asistencia que permita incluir la voz y las decisiones de las mujeres en los comités o equipos dedicados a la preparación y respuesta ante el COVID-19.
• Proporcionar información sobre formas de prevenir y atender casos de violencia de género y poner a disposición líneas de ayuda a las víctimas.
• Mantener los beneficios que vayan dirigidos a atender bienestar personal, sobre todo coberturas de seguros y atención médica y muy especialmente facilitar mecanismos que ayuden a gestionar el estrés o la afectación psico-emocional producida por la crisis, a través de sistemas de atención telefónica, por ejemplo.
• Proporcionar equipos y herramientas que disminuyan la brecha digital y de conectividad que sufren muchos sectores de nuestra población laboral.
• Ofrecer apoyo educativo a distancia a los hijos e hijas de trabajadores como un aporte que alivie el rol parental educativo que muchas mujeres han tenido que asumir.
• La subrepresentación de mujeres en posiciones de liderazgo influye en la manera de tratar sus necesidades particulares. La situación de emergencia ha puesto en evidencia las barreras y falta de empatía que existe al momento de implementar acciones con enfoque de género, además de las habituales resistencias a considerar a las mujeres como un grupo de alto riesgo, por lo que resultan favorables las estrategias de sensibilización para directivos, personal gerencial y supervisorio.
Creemos que esta puede ser una gran oportunidad para que la economía de los cuidados y las labores reproductivas, tanto biológicas como sociales, sean tomadas en cuenta, valoradas y remuneradas por el aporte que realizan a la labor productiva, así como redistribuidas a partes iguales entre todos los miembros de la familia con medidas flexibles por parte de las empresas y el necesario soporte de infraestructura social proveniente del sector público, para que cada vez más mujeres se mantengan en sus trabajos y no tengan que abandonar sus carreras profesionales por esta causa.-
Por último, hacemos un llamado a la sociedad en general a ejercer presión sobre los decisores políticos para que se incorpore perspectiva de género en todos los programas de intervención que se diseñen para gestionar la crisis del COVID-19 porque, como ya se ha dicho, el costo de sus negativos efectos no se distribuye de manera igualitaria. Las decisiones que no consideran o minimizan los impactos diferenciados por género, no solo afectan la calidad de vida y salud de las mujeres, sino también la de sus dependientes a cargo. No tomarlo en cuenta, traerá efectos negativos que comprometerán la recuperación futura de esta crisis.
Vaya un mensaje de admiración y agradecimiento a todas las mujeres trabajadoras, especialmente las que se desempeñan labores sanitarias y demás sectores esenciales, que han demostrado vocación de servicio y alto compromiso con su trabajo en este crítico momento.
Hicieron un llamado a la sociedad para ejercer presión sobre quienes llevan las decisiones políticas y se incorpore una perspectiva de género en todos los programas de intervención que se diseñen para gestionar la crisis del COVID-19 debido al costo igualitario de sus efectos nocivos sin distingo de géneros.
También puede leer: Expertos: Extender el estado de alarma no resolverá los problemas del país