Más allá de la imposición de un encaje legal ordinario de 57% y de uno marginal de 100%, vigentes desde febrero y que restringen severamente el otorgamiento de créditos, la banca ha venido registrando un fuerte ajuste en los últimos años, como resultado de la contracción de sus ganancias en términos reales, derivada de la doble erosión que causan la hiperinflación y la devaluación del bolívar.
Una expresión de ese ajuste es que el sistema bancario nacional eliminó 17.602 empleos entre junio de 2017 y el mismo período de 2019, lo que significa un recorte de la nómina de 25,23%, en un contexto en el cual los 31 bancos a los que se reduce la industria han tenido que asimilar no solo la crisis, sino una inevitable transición tecnológica que conduce a una mayor digitalización de las operaciones.
Las cifras de la Superintendencia de Instituciones del Sector Bancario (Sudeban), al cierre de junio de 2019, revelan que había 52.139 empleados en el sector, 5.451 menos que al cierre del primer semestre de 2018, cuando se registró una nómina de 57.590 trabajadores. En 2017, a la misma fecha, había 69.741 empleados en la banca.
Un elemento especialmente grave es la migración de profesionales especializados del sistema bancario que algunas fuentes del sector cifran en una proporción cercana a 40% si se compara con el primer semestre de 2017, debido a que las condiciones laborales son mucho menos competitivas si se contrastan con el resto de América Latina, incluso en mercados considerados pequeños.
El número de agencias disponibles en la red, siguiendo los datos de la Sudeban, también ha disminuido. A junio pasado, había 3.342 oficinas activas, mientras en 2017 el número alcanzó a 3.485 en el mismo período, una reducción de 4,10% en dos años.
– Cambio forzado –
La banca ha desincorporado 4.227 cajeros automáticos de su red nacional en dos años, según las cifras más recientes reportadas por la Sudeban, al pasar de 9.850 ATMs en junio de 2017 a 5.623 en la misma fecha de 2019, una reducción de 42,91%.
Estas cifras deben ser contrastadas con la tendencia al alza de los puntos de venta (POS). Entre junio de 2017 y el mismo mes de 2019, la banca incorporó 70.647 equipos a la red, un incremento de 19,85%, al pasar de 355.988 POS disponibles a 426.635.
Por un lado, la caída de la red de ATMs ha sido forzada, en buena medida, por la escasez de efectivo. Bancos como el BBVA Provincial, Banesco y Bancaribe, por solo citar tres ejemplos, habían hecho importantes inversiones en reestructurar agencias para abrir más espacio a la personalización del servicio que supone una mayor provisión de cajeros automáticos, los cuales permiten hacer directamente las operaciones más básicas y demandadas; pero, estas apuestas han resultado fallidas, porque la principal operación en ATMs es el retiro de fondos líquidos.
Este hecho pudo haber incidido en la reducción de la nómina, pero es una transición inevitable. No obstante, ante la ya estructural escasez de efectivo, también la red de ATMs comenzó a significar un pesado fardo financiero para la banca.
Crecientes costos de mantenimiento en divisas, aparte de la imposibilidad de adquirir repuestos y reponer equipos hacen que esta red sea una fuente de ineficiencia clara para la banca. Hay que recordar que el volumen de especies monetarias -billetes y monedas- como proporción de la liquidez en poder del público promedia alrededor de 6%, cuando debería representar no menos de 10%.
Sin embargo, la expansión del número de POS, a pesar de la aparición de empresas proveedoras distintas a la banca que han agilizado el mercado, está muy por debajo de las expectativas.
Fuentes de estas proveedoras indican que la oferta se está acelerando, a tal punto que se ha reducido el rezago existente frente a la demanda potencial, que es superior a la real, debido a que no todos los comerciantes que aspiran a un equipo tienen recursos para pagarlo, ya que estos dispositivos cuestan entre 300 y 400 dólares en el mercado.
Otras tecnologías alternativas, como el pago por identificación biométrica o a través de teléfonos inteligentes, aún están en pleno desarrollo, pero las condiciones económicas del país, y del propio sistema financiero, generan incertidumbres sobre si su penetración será lo suficientemente rápida.