Carlos Correa, activista de Derechos Humanos y director de la ONG Espacio Público, sostuvo que es necesario tener la capacidad de ver los chistes, el humor, las expresiones y ponderarlas, tratarlas como adultos, sin que el poder esté administrando lo que los ciudadanos deben ver.
“Las penas privativas de libertad asociadas a la expresión o delitos vinculados a la expresión, son incompatibles con nuestra Constitución y con los estándares internacionales de Derechos Humanos” manifestó además.
Correa se refirió al caso de la venezolana Olga Mata, imputada por incitar al odio en un video que publicó en su cuenta de la plataforma TikTok, señalando “en este caso, y en otros casos que nosotros hemos ido documentando, se está aplicando la denominada Ley Contra el Odio y esa Ley Contra el Odio recuerden que fue aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente”.
“La Asamblea Nacional Constituyente, de acuerdo a lo que dice nuestra Constitución, no está facultada para elaborar leyes”
Asimismo, el activista detalló que esta normativa establece penas privativas de libertad por expresiones de odio. Agregó que, “eso es contrario a los estándares internacionales de derechos humanos, porque no debería haber pena privativa de libertad por expresión. ¿Por qué? Porque se dice que la pena privativa de libertad no repara el daño”.
Correa explicó además que, dado el caso “lo que tiene que promoverse es la rectificación o réplica, o tiene que promoverse quizás la reparación económica proporcional, pero no la pena privativa de libertad”
De igual manera, Correa señaló que dicha legislación “tiene además la inconsistencia de que la sanción de una expresión de odio puede ser superior a un delito de odio, por ejemplo, un asesinato que es una expresión, que puede ser un asesinato por odio, está castigado en la legislación venezolana por penas más o menos parecidas a las que están en esta ley, veinte años” indicó.
“Se está castigando una expresión humorística, sarcástica, satírica, pero además que tiene o conlleva una dimensión de crítica al poder, y esas son las expresiones más protegidas, más allá de si nos gusta o nos disgusta el chiste (…) no tiene sentido, porque el poder no puede convertirse en el árbitro de lo que la sociedad puede ver”
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