Un delito aún más nocivo para el vehículo, que de acuerdo a las aseguradoras ha adquirido proporciones insospechadas. Se trata del hurto del aceite de motor.
Esta insólita modalidad delictiva ha cobrado auge a propósito de los elevados costos e incluso la escasez del derivado del petróleo. Frente a esta circunstancia, muchas personas han optado por sustraer el aceite de otros vehículos, ya sea para colocarlo en el suyo, o para revenderlo en el mercado informal. Este comercio de aceite usado puede ser visto en lugares tan diversos como los estados Vargas y Zulia.
El problema con este delito es que no solo ocasiona un daño patrimonial debido al valor intrínseco del propio aceite, así esté ya usado. Al ser sustraído, pone a funcionar el motor de los vehículos en condiciones en las que pueden recalentarse y ocasionalmente fundirse.
Para las aseguradoras, uno de los problemas es llegar a la constatación de que tal aceite fue sustraído como parte de una actividad criminal, y no por una conducta negligente o la inobservancia de las normas por parte del dueño del auto. En las actuales circunstancias, las empresas de seguros están poco dispuestas a reconocer los daños ocasionados a los carros y camionetas por la sustracción de aceites, si no son detectados en el momento. Lo cual es muy complicado pues se trata de un delito que ocurre por medio de agilidad y destreza.
La recomendación dada por las aseguradoras es revisar a todo evento la parte inferior del automóvil o la camioneta antes de que ponerlos en marcha. como son hurtos, estas maniobras generalmente dejan algún rastro en la forma de gotas o charcos del hidrocarburo. Igualmente, las tuercas que permiten aflojar el tapón del carter, es decir, el depósito de aceite, pueden ser reforzadas mediante dispositivos que han sido diseñados para impedir o dificultar su sustracción por delincuentes que no tengan las herramientas indicadas.