Escrito por: Jacinto Marín
El 23 de septiembre reciente el Foro Económico Mundial hizo la presentación de su programa “La nueva generación de líderes de la industria”, definido como una comunidad global integrada por jóvenes industriales y cuyo objetivo consiste en acelerar el progreso ambiental y social en los sectores de fabricación y producción. “Las tecnologías emergentes están transformando industrias tan diversas como la automotriz, la química, la electrónica, la atención médica y la textil, mientras que la producción industrial se enfrenta a una escasez de habilidades en todas las áreas de la economía”, argumenta el FEM.
Por su parte, la firma consultora internacional Korn Ferry encontró en una de sus más recientes investigaciones que para 2030 habrá una escasez global de talento humano de más de 85millones de personas, lo que podría resultar en $ 8.5 billones en ingresos anuales no realizados.
“Cien millones de niños siguen sin ir a la escuela en América Latina, a causa de la pandemia y en algunos países los estudiantes no han pisado un salón de clases desde hace 16 meses”, dice un reportaje de New York Times fechado el 29 de junio de este año.
Las tres referencias anteriores son evidencias de la urgente necesidad que es sentida en casi todos los países del mundo por mejorar los niveles de conocimientos y competencia de los agentes de los procesos productivos, durante las próximas décadas y en respuesta a las secuelas de la Codvi-19.
En el caso venezolano, las evidencias son de carácter dramático. El país enfrenta su mayor crisis histórica en materia de recursos humanos y para salir de la debacle actual tiene necesariamente que abordar las necesidades específicas, así como los planes que requiere la reactivación de la economía. Ya es tiempo para que esas tareas se inserten en las agendas del liderazgo y en procura del consenso mínimo necesario. Postergar necesidades y planes sería un contrasentido. La sentencia pudiera ser de Perogrullo, pero no puede haber reactivación económica sin el capital humano suficiente y provisto de las competencias requeridas.
Las pérdidas y retrasos en la formación del capital humano ponen de relieve la necesidad de un amplio programa que permita superar en tiempo prudencial esas pérdidas y retrasos. El suspenso de las actividades docentes y de investigación durante casi dos años a causa de la Codvi-19, el deterioro de la planta física de los centros de educación superior, el cambio radical del INCE respecto a la capacitación en oficios laborales, la diáspora de profesionales y técnicos en los últimos veinte años y la asfixia presupuestaria impuesta a las universidades autónomas, son algunos de las razones que justifican la necesidad.
No es fácil diseñar un programa para la recuperación de la productividad económica con resultados para el corto y mediano plazo, sobre todo por la diversidad de sujetos que participan en el proceso productivo. Operarios, profesionales, emprendedores, empresarios y burócratas en diferentes áreas del conocimiento y las destrezas, conforman un mapa de necesidades extenso y complejo.
Por su novedad y auge, el emprendimiento ha sido en el transcurso de la última década, uno de los programas de mayor avance en muchos países de América Latina. En Venezuela, no obstante los desalientos de la mega crisis, el emprendimiento es prometedor. Son muchas las instituciones y ONG’s que han emprendido iniciativas para el desarrollo de las vocaciones y el coaching. Fedecámaras ha sido una de las organizaciones abanderadas con su programa “Aprender a Emprender” y los clubes de emprendedores en varias entidades federales.
Hace unos días, el oficialismo anunció la aprobación de una ley para proveer base jurídica y formalidad a las iniciativas de los emprendedores y ahora es de esperar que su aplicación sea un estímulo para darle mayor impulso al emprendimiento.
En los programas de formación para emprendedores están las generaciones de relevo y el potencial para superar las pérdidas que nos están dejando las crisis. En todo caso, el plan para el desarrollo del capital humano se concibe inserto en el sistema educativo nacional, cuya adaptación es una prioridad para los cambios de futuro, incluida la reactivación económica en la postpandemia.
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