A los 84 años, Anselmo Beltrán necesita descansar las piernas tras hacer fila ocho horas frente a un banco del gobierno.
Se sienta en la acera, lejos de una muchedumbre de cientos de personas mayores que esperaban cobrar sus pensiones el jueves. Pero saben que la institución puede quedarse sin dinero en efectivo o el monto del pago pudiera reducirse, a pesar de que el gobierno del presidente Nicolás Maduro envía el crédito a sus cuentas puntualmente cada mes.
La escena en Maracaibo, la segunda ciudad más grande de Venezuela, es común en los bancos de todo el país la tercera semana de cada mes. Y a Beltrán, como a otros, le preocupa irse a su casa con las manos vacías, como ocurrió en agosto, cuando su viaje de tres horas desde Paraguaipoa, cerca de la frontera con Colombia, fue en balde. Ese mes sencillamente no le pagaron la pensión.
Y con la inflación, que ha llegado a un asombroso 536 por ciento en lo que va del año, el dinero no llega lejos.
“No podré comprar casi nada, incluso si nos pagan”, se quejó, protegido del implacable sol de la tarde con un sombrero de paja.
Maduro alaba a menudo su revolución bolivariana por brindar a los ancianos venezolanos la protección y beneficios que ningún gobierno había ofrecido antes de su predecesor, Hugo Chávez, y afirmó en mayo pasado que “las vidas de millones de personas han sido dignificadas”.
Pero una pensión paga muy poco: 177,000 bolívares al mes, alrededor de 5 dólares en el mercado negro, mientras que un kilogramo de harina, arroz o grano puede costar hasta 30,000 bolívares. El presupuesto completo de Beltrán para viajar y tomar un modesto desayuno el día en que espera en la fila es de 40,000 bolívares, alrededor de $1.20.
“Eso está mal. Eso tiene que cambiar”, dijo sacudiendo la cabeza.
Créditos: El Nuevo Herald