
“No sabía que puedes temblar de alegría”, escribió Karina Sainz Borgo en sus redes sociales describiendo su emoción en un video posteado donde se le ve en medio de una ovación. El motivo de los aplausos y de la contentura se debía al estreno mundial en la Mostra de Venecia de Aún es de noche en Caracas, la nueva película de Mariana Rondón y Marité Ugás, basada en su novela La hija de la española.
Aquella noche en la abarrotada sala Giardino en el Lido de Venecia, la autora venezolana junto a las directoras, el productor y actor Edgar Ramírez, así como los intérpretes Natalia Reyes y Moisés Angola, acompañaban a esta producción venezolana-mexicana en el inicio de un recorrido internacional; de Italia irían al Festival de Toronto, donde el relato de Adelaida – y con ella, una parte de la historia reciente de Venezuela– , se disponía a conquistar a la audiencia.
Un par de horas antes de la prueba de fuego que supone una premier en una gran arena internacional como lo es el certamen italiano, Mariana Rondón rememoraba las sensaciones que tuvo la primera lectura de la novela de Sainz Borgo.
Las traduce como un “¡por fin existe en literatura algo que hemos vivido, que hemos sentido y pensado, más allá de la anécdota!”, para Rondón, que nunca se imaginó participar en la adaptación cinematográfica, en la que pensar en la pérdida como idea era la clave.
“La pérdida de quien deja de ser, de tener un lugar, deja de tener un amor, de tener una madre, deja de tener un espacio, una identidad. ¿Cuántas veces hemos estado sin pasaporte? Poder hablar de la pérdida se nos hacía fundamental, se nos convirtió en un eje para poder abordar la película”, acota.
Marité Ugás se refiere a “la urgencia de contar esta historia, de hacer esta película ahora donde el mundo cada vez está más mezquino y los desplazados somos cada vez más”, como tampoco pierde de vista una actitud generalizada. “Este aletargamiento que da la sensación de calma y bienestar tiene que ser sacudido rápidamente y eso es lo que pretendemos con este thriller”.
Es que si bien la historia de Adelaida es sobrecogedora, también es perturbadora. Adelaida (interpretada por Natalia Reyes), tras sepultar a su madre, se ve sola en una ciudad sumida en el caos, en medio de las protestas de 2017. A su apartamento invadido por un grupo de mujeres adeptas al régimen y que trafican con las cajas de alimentos, ya no puede volver, por lo que se refugia en la casa de su vecina, a quien descubre muerta. Desde la ventana, Adelaida mira asesinatos, golpizas, desapariciones, y constata cómo su entorno se vuelve cada vez más hostil, más perverso; asumir una identidad ajena parece ser pues la única salida.
2017, un año que los venezolanos no olvidaremos jamás, las directoras tuvieron a bien insertarlo en el filme no sólo recreando escenas, sino también incluyendo material de archivo. Marité Ugás argumenta contundentemente esta decisión.
“Justamente por lo débil de la memoria había que subrayarlo: esto no es una ficción, esto pasó y nos pasó en tal año”, aclara. Añade: “Inclusive recorriendo países con la película anterior (Zafari), hablando de la tragedia de nuestros continentes, nos topábamos con muchos europeos preguntándonos, ‘pero ¿eso es verdad?’. La memoria es tan débil que creo que un material de archivo lo subraya y lo pone con fuegos artificiales”, afirma.
“Nos vuelve a poner en el lugar”, acota Mariana Rondón, “nos vuelve a decir, ‘Okay, esto pasó, no solamente son las noticias, esto es un contexto y Adelaida no sería ni tendría la vida que tiene en la película sin este contexto”.

Las artífices de Pelo malo y El chico que miente hicieron suya esta historia a la que fueron invitadas a participar. “La película propone un formato mucho más complejo donde muchos personajes que nos resultaban incomprensibles, de pronto los vemos en conflicto”, alaba el trabajo de adaptación Karina Sainz Borgo.
“La hija de la española siempre ha sido y será un desgarro personal, pero siento que tanto Mariana Rondón como Marité Ugás me redimieron a mí, y redimieron los conflictos; las soluciones que ellas propusieron son moral e intelectualmente muy complejas y muy sutiles”, afirma la escritora, cuyo libro, todo un fenómeno editorial, ha sido traducido a más de 30 idiomas.
Un set como un territorio
La actriz colombiana Natalia Reyes cuenta que se acercó al rol de Adelaida desde el respeto, sobre todo al ser un personaje con una nacionalidad y bagaje diferente al suyo.
“Era un desafío, pero a mí me gustan los retos”, apunta la colombiana sentada al lado de Moisés Angola. “Siento que hay tal cercanía en general entre colombianos y venezolanos, en mi caso con Venezuela y con mi familia allá, y con la historia que ambos países hemos compartido, que me dije ¡lo voy a hacer!, me meto en esta aventura con mucho respeto y mucho miedo también, pero muy bien acompañada”.
Reyes, cuya carrera internacional despegó con Pájaros de verano (de Cristina Gallego y Ciro Guerra), cuenta que se sintió arropada por las directoras, como también por sus compañeros de reparto y el equipo. “Muy venezolano, muy sensible; me permitió sentirme segura en ese trayecto”.
Mariana Rondón y Marité Ugás asumieron este proyecto iniciado por Edgar Ramírez y la productora mexicana Redrum. Una gran parte de la película (exceptuando dos semanas en Venezuela) fue rodada en México, donde cuentan que encontraron a todos los actores venezolanos, muchos de ellos viejos conocidos a quienes habían perdido de vista.
Al ver Aún es de noche en Caracas se siente pues una familiaridad de cara conocidas, como la de Samantha Castillo (en el rol de Adelaida madre) o Alí Rondón dando gritos en un funeral de malandros.
“Fueron reencuentros de mucho llanto, de mucho amor, de ¿dónde has estado? y la pregunta de siempre era: ¿cómo está tu mamá?, ¿cómo están los tuyos?”, reporta Marité sobre las audiciones, y entre risas añade que los mexicanos les veían con extrañeza.
“Obviamente el casting, las improvisaciones durante ese proceso, nos ayudó en la escritura e iban saliendo cosas. Todos los venezolanos fueron reclutados para la película (incluyendo a Sheila Monterola, que interpreta a La Mariscala), y lo maravilloso es que aceptaron hacer papeles pequeñitos”, devela Ugás.

Marina Rondón se permite una reflexión en voz alta. “Fíjate la ironía, todos perdidos, todos sin país, todos viviendo en cualquier lugar, y de repente la película se convirtió en un territorio donde estábamos todos juntos. Después de mucho tiempo pudimos volvernos a encontrar, volver a trabajar juntos. Era como hacer en una cuadra allá en México, otra vez un lugar donde nos encontrábamos como si estuviéramos en cualquier calle de Caracas. ¡Hasta las mujeres de rojo!, cómo disfrutaron siendo las mujeres de rojo, y todas eran venezolanas”.
Moisés Angola, otro de los nuevos reclutados, da fe de aquel particular territorio. Santiago es su primer rol cinematográfico, un personaje en el que se reflejan las complejidades de una realidad derivada de un sistema despótico.
“Me centré sobre todo en honrar a los jóvenes, a los estudiantes y a cualquier otra persona en el mundo que por desgracia vive o ha vivido esta situación, y sobre todo a la memoria de aquellos que no pudieron vivir para contarlo”, comenta Angola sobre su aproximación al personaje, sin obviar que hasta hace pocos meses vivía en Venezuela.
En este recorrido que emprende Aún es de noche en Caracas se topará con muchos venezolanos y venezolanas, que como Adelaida tuvieron que marcharse del país, en lo que se ha traducido como una de las más grandes crisis humanitarias de Latinoamérica.
A pesar de que es una historia sobre Venezuela, Natalia Reyes valora su alcance global. “Hay una herida abierta en Latinoamérica que nos une, ya no importa si es de izquierda o derecha, pero es igual de profunda”, reflexiona. “Es el totalitarismo y es todo lo que te limita a una vida normal, te exilia hasta en tu propio país, te sumerge en la agonía de vivir siempre anhelando estar en otro lado o pudiendo estar donde estás, pero con unas necesidades insatisfechas muy grandes. Por eso siento que lo interesante de la película es que muestra, tocando temas como la migración, el exilio, los refugiados, una herida que tristemente hoy en día es universal”.
Aún es de noche en Caracas es la película más ambiciosa de estas directoras y guionistas que cuentan con una amplia trayectoria en el cine. Aunque se rodearon de habituales en la parte técnica, esta vez cuentan que muchas cosas fueron diferentes, comenzando por la historia original de Sainz Borgo, pasando por la producción de Edgar Ramírez (con Absolute Artists) y la productora mexicana Redrum. “Que nos dejaron nos dejaron volar”, comenta Rondón.
La plataforma de salida desde la Mostra de Venecia es pues determinante para que esta película tenga un gran alcance. “Estamos a la espera de poder dar buenas noticias pronto”. Marité Ugás atesora información aún no confirmada. “Estamos apuntando a que la película se vea hasta el último rincón de Dresde”.
De seguro esto hará temblar nuevamente de alegría a Karina Sainz Borgo, pero también a todos los implicados en Aún es de noche en Caracas.
EL NACIONAL