Algunas formas de comercio electrónico que podrían ser consideradas fraudulentas

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Una de las que hemos podido percibir con mayor frecuencia es el uso de plataformas web para anunciar productos con unas características específicas. Pero una vez hecho el pago por estos artículos el cliente se percata de que no le han entregado lo que quería adquirir, sino algo parecido.

Esto es cada día más frecuente en la comercialización de repuestos para vehículos. En un caso del que tuve conocimiento directo, una venta de los repuestos con sede en Valencia, que se anunciaba por internet, ofreció y cobró por medios informáticos un juego de bujías de un modelo específico, y propuso entregarlos a través de un servicio de encomiendas en Caracas.

Sin embargo, la mercancía estregada luego de varios días de espera no era exactamente la comprada, sino un modelo parecido. Se trata de un pequeño fraude, frente a lo cual solo queda un reclamo directo, pues el costo de una denuncia en este caso es demasiado elevado para llevarla a cabo de forma exitosa.

Las plataformas de internet también han servido para comercializar mercancía falsificada o de marcas piratas

Por desgracia, los anuncios para la oferta de artículos en internet carecen de un protocolo de requisitos mínimos. De manera que a veces el potencial cliente se ve ante la encrucijada de hacer una compra de algo que necesita, por lo cual ni siquiera se ofrece una foto genérica.

En teoría, las ofertas de artículos deberían acompañarse de profusas gráficas, que le den al cliente la noción más aproximada de lo que se coloca en el mercado. Pero esto no siempre es así.

Esta omisión generalmente se explica en el descuido o la inexperiencia del vendedor, pero otra vez es el producto de un ánimo de engañar, pues en la medida en que el comprador tenga menos información sobre lo que paga, en esa misma medida dispondrá de menos argumentos para un reclamo posterior.

Esto se ha dado con frecuencia en la venta de artículos o insumos para la protección frente al covid-19. Se ofrecen entonces unas mascarillas hechas con materiales deficientes o distintos que los exigidos por los protocolos, gel antibacterial con proporciones de agua que lo hacen prácticamente inútil, y así podemos seguir contando.

En esto, nuevamente, podemos aplicar el viejo refrán según el cual lo barato sale caro. Por querer ahorrarnos un porcentaje en la compra, caemos en las manos de individuos que intentan aprovecharse de nuestra buena fe. Mejor resulta siempre hacer tratos con personas o comercios que tengan ganada una reputación por su seriedad.

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