La cara más amenazante de la tecnología tiene que ver con el desarrollo de armas inteligentes y la posibilidad de imprimirlas en 3D sin moverte de casa. Los expertos y las caras más reconocidas de la tecnología como Elon Musk o Mark Zuckerberg, ya se han pronunciado al respecto; difiriendo, en opiniones enfrentadas sobre este debate.

¿Realmente suponen una amenaza contra la seguridad ciudadana?

Pistolas impresas

Las impresoras 3D permiten crear de la nada casi cualquier cosa. Comenzaron imprimiendo objetos de plástico —desde pinzas de ropa hasta piezas para electrodomésticos—, ahora ya es posible imprimir objetos de metal e incluso partes del cuerpo humano; la llamada bioimpresión. Para imprimir, solo hace falta diseñar o descargar de Internet los planos del objeto y listo. Las máquinas han ido bajando de precio y cada vez es más viable que puedas tener una en casa.

En esta ecuación era solo cuestión de tiempo que a alguien se le ocurriera la posibilidad de imprimir las piezas de una pistola.

En 2012, Cody R. Wilson, un estudiante americano de la Universidad de Texas creó la primera pistola hecha con una máquina de impresión en 3D. Era de plástico pero no por eso podía considerarse de juguete. Son capaces de producir heridas y, técnicamente, hasta la muerte de una persona. Wilson diseñó sus propios planos y después los subió a Internet. A día de hoy, más de 100 mil personas los han descargado.

Piezas y repuestos

Por otra parte, las impresoras 3D no solo imprimen armas completas, también pueden crear los repuestos de las estropeadas. El ejército de Estados Unidos ya lleva consigo alrededor de 40 impresoras, capaces de crear piezas tanto en plástico como en metal. Las zonas de combate se convierten así en pequeñas fábricas donde crean de la nada todas las herramientas que necesitan; mejorando la capacidad de actuación del ejército.

Hace solo unas semanas se supo que Corea del Norte también tiene planeado comenzar a utilizar esta tecnología para fabricar sus propias «armas de destrucción masiva»; como los componentes de los misiles. Los beneficios están claros: supone reducir los ciclos de desarrollo, los costes y reducción del personal.

Este año, Izumi Nakamitsu, representante de la ONU para Asuntos de Desarme, advirtió de que la impresión 3D, los drones y la Dark Web, «podrán permitir a los terroristas fabricar sus propias armas«.

«Para preservar el mundo en el que deseamos vivir, debemos tener bien claro quién tiene acceso a las impresionantes tecnologías que tenemos a nuestra disposición»escribe Garry Kasparov; mítico jugador de ajedrez que descubrió el potencial de la inteligencia artificial jugando una partida contra el superordenador Deep Blue. «Como usuarios de la tecnología y ciudadanos, necesitamos presionar para que se creen medidas para asegurar las normas democráticas que apreciamos». En este sentido, Kasparov defiende la necesidad de una regulación legal para los objetos impresos en 3D.

Armas inteligentes

Es un hecho que, muchos temen que la inteligencia artificial supere a la humana, autosugestionándose y rebelándose, contra nosotros. Aunque parece un escenario lejano, lo cierto es que ya hay armas inteligentes que aprenden; como cualquier otro sistema de inteligencia artificial. Esta amenaza es real y preocupa a algunos de los expertos más destacados en tecnología del mundo.

Elon Musk, junto a otros 115 especialistas en robótica e IA, firmaron una carta abierta dirigida a la ONU. En ella, piden que se reconozcan los peligros de armas letales autónomas, y que prohíban su uso a nivel internacional.

Según recoge The Guardian, algunos expertos señalan que los campos de la inteligencia artificial y la robótica están avanzando tan rápidamente que podría ser solo cuestión de años para que viéramos desarrollarse una guerra con armas y vehículos autónomos. Ya existen numerosas armas, como las automáticas antiaéreas y los drones teledirigidos; que pueden operar con una supervisión humana mínima. El avance de la tecnología podría ayudarles a llevar a cabo esas funciones militares de forma totalmente autónoma.

 

Créditos: Retina – El País