La fiesta de San Juan ha sido, desde sus orígenes, una celebración de raigambre popular en la que el fuego y el agua constituyen los elementos rituales de prácticas adivinatorias o propiciatorias. Ese apego al agua y al fuego se remonta a la antigua Roma, cuando la entrada del solsticio de verano, el 21 de junio, era anunciada con festivales en los que ambos elementos cumplían un papel estelar. La Iglesia Católica los escogió como medios de expresión cuando fijó la fiesta de San Juan el 24 de junio y, debido a que ésta coincide con el fin de la primavera en Europa, ha sido incluida entre las festividades populares del solsticio de verano.
En Venezuela esta festividad se remonta a la época de la Colonia, y su origen está ligado a la llegada de los esclavos traídos de la costa occidental de África y de las Antillas a trabajar en las haciendas cacaoteras de la región de Barlovento. Las celebraciones eclesiásticas a los santos se fueron arraigando entre los esclavos, mientras los hacendados y la Iglesia estimulaban las prácticas religiosas para aplacar las rebeliones y asegurarse una mano de obra sumisa y bien dispuesta.
En un principio, estas asociaciones, provistas de una organización jerárquica interna, tenían como finalidad congregar a los miembros en las capillas de barro y bahareque de las haciendas y rendir culto a un santo católico obedeciendo los preceptos establecidos por la Iglesia. Pero luego adquirieron otros intereses, comenzaron a celebrar la fiesta del santo al toque de los tambores, a recoger dinero para ayudar a los enfermos y pagar los entierros de los miembros, e incluso a comprar la libertad de algún esclavo. Al transcurrir el tiempo, se convirtieron en reductos de oposición pasiva al régimen colonial (la resistencia activa era practicada por los esclavos en las cimarroneras y cumbes). Tras la imagen de los santos católicos había representaciones religiosas ancestrales, por lo que las cofradías y hermandades fueron también refugios de reintegración étnica. Los santos católicos se fundieron con las creencias africanas y se volvieron propios; ése fue el caso de la fiesta de San Juan Bautista. Esta transcurre la mayor parte del tiempo fuera de la iglesia, alejada de los actos sacramentales y de los oficios religiosos. Los preparativos se hacen en el ámbito doméstico, y el escenario de la fiesta en la calle. La creencia en el santo es resultado de un sincretismo acendrado.
«Si San Juan lo tiene, San Juan te lo da»
Como parte de la preservación y difusión de nuestras tradiciones, el sábado 15 de julio la Fundación Bigott ideó el evento «San Juan, en la casita amarilla», una fiesta en honor a San Juan Bautista en su sede ubicada en el Centro Histórico de Petare.
La cita es a las 11 de la mañana para la santa Misa y a las 12.30 pm comenzarán los tambores no solo para rendirle tributo al santo sino para elevar nuestras promesas ante él con la esperanza de que si lo tiene, San Juan te lo da.
Con información de la Revista Bigott #30, editada por Fundación Bigott en el año 1994.