Mueve casi tanto dinero como la industria del cine, pero todavía se esconde bajo un eufemismo, entretenimiento electrónico. Utiliza técnicas de promoción muy parecidas a las de la gran pantalla, aunque aún se considera un formato menor, lúdico, para adolescentes. El E3, la gran feria anual de los videojuegos abrirá este martes sus puertas, pero precedida por una lluvia de filtraciones y anuncios.

Microsoft ha aprovechado la tarde del domingo para dar el primer toque de atención. Su Xbox tendrá nueva vida. Los de Seattle preparan una nueva consola. Una gran noticia para el sector tras las dudas iniciales sobre la continuidad de esta división. Con la llegada de Satya Nadella como sucesor de Steve Ballmer quedó en el aire su futuro. Las buenas cifras de ventas y la facilidad para reforzar marca entre generaciones más jóvenes han terminado por consolidar la cara más lúdica de Microsoft.

No se han anunciado ni fechas de lanzamiento ni características técnicas ni precio. Sí será seguro un aparato más centrado en la nube e inclusivo. Permitirá conectar consola, PC y móvil bajo una misma plataforma. La convergencia, a través de la conectividad, permitirá crear una base mayor de jugadores.

El tiempo de un aparato de élite y masculinizado en extremo comienza a quedar atrás. Hace seis semanas, Microsoft presentó un mando pensado para personas con dificultades motrices. Un giro inesperado que tuvo gran acogida. Mientras llega el nuevo hardware, aprovecharon para desplegar catálogo, colmado con clásicos como Halo, una de sus franquicias más reconocidas, Forza Horizon 4 o Gears 5.

La nostalgia y los superhéroes son dos apuestas seguras. Marvel y las resurrecciones de sagas copan la atención. Black Panther, uno de los taquillazos del año, todo un símbolo en Oakland, tendrá su versión en videojuego. Doom fue uno de los pioneros en ofrecer disparos en primera persona, fue hace dos décadas. Cuando la pantalla carecía de calidad, las máquinas adolecían de potencia y la definición solo dejaba adivinar la intención creativa. Vuelve mucho más remozado.

Electronics Arts, con FIFA como su franquicia estrella tampoco ha dejado pasar el fin de semana para desplegar gran parte de su catálogo. Sigue con el fútbol como bandera, pero no es lo único, ya que llega acompañado de Battlefield 5 y una nueva entrega de Star Wars cuyo título y mecánica todavía están por desvelar.

Nintendo y Sony

Nintendo ha sido la última en renovar consola, con la más reciente Switch. En abril estrenaron Labo, una ingeniosa combinación de realidad aumentada, juego, construcción y robótica que ha cautivado a grandes y mayores. Ese es uno de los ingredientes secretos de Nintendo, su capacidad para hacer imaginar a un amplio rango de la población sin necesidad de conocimientos previos o sentirse parte del colectivo gamer.

El lunes por la tarde, todavía con el centro de convenciones cerrado, será el día de Sony. PlayStation, que ha invitado a EL PAÍS a su presentación. Esta firma ha sido la que de manera más firme ha apostado por la realidad virtual. Su casco alcanzó un millón de unidades vendidas en apenas seis meses. Siguen explorando el formato, pero la falta de competencia les ha permitido centrarse en lo que mejor hacen: software y títulos hiperrealistas. The Last of Us Part 2, Death Stranding y Spider-Manand Dreams están entre lo previsible, pero se auguran sorpresas.

E3 abre, por fin, sus puertas este martes. Seguirá el patrón estrenado en 2017. Cansados de ver cómo fanáticos y entusiastas se hacían pasar por profesionales para poder entrar, han decidido cobrar por las entradas a los aficionados. El año pasado llegaron a 68.400 asistentes, cifra que la organización confía en superar entre martes y viernes.

Por los pasillos se podrán coleccionar camisetas y pegatinas, pedir selfies a los guionistas de estas aventuras interactivas y, con un poco, de suerte, dialogar con Steven Spielberg, un clásico entre pasillos. En Ready Player One quedó claro que no deambulaba sin rumbo entre los exhibidores, sino todo lo contrario, supo unir mecánicas y técnicas narrativas de ambos mundos.

Créditos: El País

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