Cinco relatos, cada uno con el nombre de una mujer, se entretejen, se relacionan, se mezclan de una manera hábil para mantener al lector atento, pendiente de la laberíntica vida de su protagonista principal.
Las historias se debaten en el realismo mágico de una Caracas que sorprende por su barbarie, superchería y cuyos secretos guiarán las acciones, siempre tras las apariencias.
Calixto no es cualquier protagonista, es un hombre maduro que piensa que se ha llevado sus secretos a la tumba. Muere un viernes en la cama de su esposa luego del sexo rutinario, más, sin embargo, de una forma divertida y estrambótica sufrirá varias muertes junto a sus cuatro amantes.
«Cada viernes, y solo los viernes, nos buscábamos para desquitarnos de la humillación y la entrega del viernes anterior, y el resto de la semana nos repelíamos como el hambre y el vómito.» (pág.28)
Aunque su espíritu ya no habita su cuerpo, Calixto nos contará de primera mano sus andanzas amatorias e increíbles en una Caracas que guarda historias ocultas detrás de sus paredes. Historias dentro de las historias: el Dr. Gottfried Knoche, Mamaserá, el tallista Diógenes Trillo, el botánico Herman Morizt Appun, entre otras.
De cama en cama, el particular personaje, goza la vida a su manera, sus atributos físicos (de la cintura para abajo), le granjean las preferencias de mujeres, variopintas, bien sea de alta alcurnia, o de la servidumbre, incluyendo aquellas que habitan los prostíbulos caraqueños. Calixto sabe cómo encantar a esas féminas, pero sobre todo, es un gran observador y sabe disfrutar de cada una de ellas, por ello cree merecer su vida perfecta, una para cada día de la semana.
Hombre metódico, zalamero, pasional, que sigue tratando de aparentar luego de cincuenta años de matrimonio. Calixto profesa amor-odio hacia su esposa Tula Casilda Vergara quien se fijó en él solo por el azar del destino. Una belleza criolla con un vulgar repartidor de droguería unidos por un predestinado tropezón que les cambió la vida.
«—¡Juro por Dios, como me llamo Tula Casilda Vergara Touloús, que me casaré con el primer pelagatos que me cruce por la calle o me meto a puta!» (pág.20)
Tula Casilda desprecia a Calixto quien, tras su repentina partida, maldice su suerte y en una especie de pacto con la Muerte, vivirá una gran aventura.
Es una especie de semental que sabe complacer a sus amantes, mientras va narrando de una forma descarnada sus experiencias sexuales usando símiles, hipérboles, variados recursos literarios que hacen de la lectura de este relato, una experiencia sensorial en la que las pinceladas de humor negro detrás de lo grotesco y lo fantasioso, siempre están presentes.
El sexo puede ser muy placentero y va más allá del físico perfecto porque para este galán otoñal de finales del siglo XIX, lo que vale son las estrafalarias noches con cada una de sus cinco mujeres.
«Me faltaba poco para cumplir los setenta años, pero mi olfato, mi lengua, mi hambre de cama se negaban a aceptar los prejuicios de la decrepitud.» (pág.47)
La escritora domina el arte de la narrativa descarnada, demoledora con imágenes visuales y olfativas que se impregnan en la mente.
Calixto es, sin duda, un “coleccionista de rarezas, miope a la simpleza, desdeñoso de lo común, alérgico a lo insípido”.
“Pero ¿por qué las escogí a ellas, precisamente a ellas cinco, entre tantas y tantas otras? Lo común me aburría, así desbordara exquisitez o hermosura”. (pág.42)
No había aburrimiento en la vida de Calixto, cada día de la semana era una aventura exótica, fuera de lo común.
«…amando en cada una de ellas a la mujer entera que nunca me atreví a merecer, dedicándole a cada una de ellas el tiempo que de haberle dedicado a una sola se me hubiese convertido en una trampa atormentada, entregándole a cada cual lo que no se saciaría con el compendio de todas” (pág.84)
Cada mujer complementaba las carencias, los excesos y los miedos de este victimario-víctima, de este cazador-cazado, de este espíritu castigado.
“Por ejemplo, Tula Casilda no era para mí sino el reflejo de mi feminidad dominadora, la negra Severa era el purgante de sabor agradable que me libraba de mi mierda interior, la india Adelaida representaba la reencarnación gozosa de mis peores vicios, pero sin un pelo de sublimación, en Dionisia Montaña tomaban vigor y dimensión agigantada mis más ocultos miedos, y en cuanto a Berenice la Blanca, aún no me había atrevido a analizarlo; ¿sería porque temía ver en Berenice la Blanca lo peor de Sixto Calixto Escudero o porque aún no había muerto lo suficiente como para poder entenderlo?” (pág.173)
Un final inesperado. Sorpresivamente, Calixto se ha enredado en la propia maraña de sus cinco historias. Los lectores querrán saber qué ocurrirá con este singular personaje, el hombre de las cinco camas.
Surgen estas interrogantes, ¿Será que los pecados de la gula y la lujuria merecen un castigo divino? ¿Es la muerte la liberación del alma?
«Si la vida puede ser injusta, la muerte, cuando quiere serlo, lo es por partida doble.» (pág.11)
Cinco camas para un muerto
Páginas: 232
Categoría: ficción moderna y contemporánea
Con información de QuéLeer
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