Un viejo adagio dice que el hombre es el único viviente en la tierra que tropieza dos veces con la misma piedra. A excepción, aquí en Venezuela los hombres y mujeres del alto gobierno están acostumbrados a tropezar más de dos veces con la misma piedra y la piedra en este caso son los controles de precios, de cambio y también de salarios. Con esos tropiezos llevan ya quince años y por lo visto no hay señales de que puedan evitarlos. Es la terquedad del ensayo y error. Pero es que, además, lo reconocen y lo dicen por cadena de radio y tv. “Los modelos productivos que hasta ahora hemos ensayado han fracasado”, dijo Maduro en el reciente congreso del PSUV. Unos pocos días después volvió a tropezar con la misma piedra cuando decretó el descomunal aumento del salario mínimo en 5.900% y la nueva fijación de precios de la canasta alimentaria. El impacto de las medidas trasciende el ámbito nacional y le da carácter histórico negativo porque decisiones como esas son excepcionales y carentes de la más elemental racionalidad.
La estabilidad de los precios y salarios es una condición indispensable para lograr bienestar económico y el potencial necesario para su creación. Esto no quiere decir que no haya movilidad en ambos factores; en regímenes de libre economía hay siempre una dinámica que permite el movimiento de precios y salarios en niveles de alzas y bajas. Es una dinámica que obedece más a las fuerzas de la oferta y la demanda que al mandato de un decreto presidencial. En ese ámbito, los salarios se mueven casi siempre en línea ascendente y por lo general, sus modificaciones se deciden en el marco del acuerdo tripartito entre trabajadores, empresarios y gobierno, por vía contractual. En la gran mayoría de los países los salarios se duplican en un lapso no menor de quince años; aquí en Venezuela el gobierno aumentó el salario de manera unilateral y de un solo plumazo en 35 veces. Vaya locura! Respecto al control de precios basta decir que universalmente ya son incontables las veces en las cuales algunos jerarcas de gobierno han tropezado con la misma piedra a lo largo de varios siglos. De modo que el nuevo control de precios para la canasta alimentaria “es más de lo mismo”.
Las expectativas se concentran entonces en el descomunal aumento de salario, porque además de su irracionalidad es también una medida de shock que pone en situación harto difícil a más de 420 mil empresas y otros tantos empleadores que operan en Venezuela, en medio de una de las peores crisis que se haya tenido en el mundo y, además, tener que aceptar en el ámbito de la producción de alimentos y por razones impositivas del gobierno, unos precios de la canasta alimentaria por debajo de su costo de producción.
La mayoría de los venezolanos sabe en qué va a parar el nuevo control de precios y lo expresa categóricamente a cada rato; los resultados ya son bien conocidos. Caso contrario ocurre con el descomunal aumento de salario, porque es allí donde la incertidumbre supera el tope de la intranquilidad. Ninguno de los empresarios y al igual los demás empleadores en Venezuela puede estar tranquilo ante la situación devenida y el desasosiego se pone a millón en solo pensar en cómo atender el compromiso de las prestaciones sociales y en lo que ha de pasar el día después que se venza el plazo de los tres meses durante los cuales el gobierno habrá asumido el pago del diferencial por el aumento de salario.