Democracia, libertad económica y gerencia pública: Las grandes tareas pendientes de la sociedad venezolana

Una sociedad, cualquiera que esta sea, requiere algunas condiciones que permitan a sus miembros lograr sus fines últimos, es decir, sobrevivir física, emocional, económica y políticamente. Cuando esto no sucede las posibilidades de sus miembros de lograr el desarrollo disminuyen significativamente.

Todo cuerpo social, sea este la familia, la empresa, un club social o una institución pública, requiere ciertas condiciones que lo sostengan. En el caso de un país, esas condiciones normalmente se dan dentro de un marco amplio de instituciones que alcanzan sus fines individuales y colectivos. Gobierno, leyes, líderes capaces, constituyen un entramado cuya complejidad permite esos deseados bienes para un pueblo.

El caso en Venezuela, en medio de casi 20 años de gobierno socialista, la situación es de caos absoluto. Hiperinflación, emigración, escasez, elecciones ilegales, fallas eléctricas constantes, sequía extensa a lo largo y ancho del país, inseguridad, falta de institucionalidad, desempleo que abarca a cerca del 30% de la población y todo en eso en el marco de aislamiento económico y político internacional. Hay que ver a PDVSA, como si de la guinda de un pastel se tratara, como la muestra de nuestra quiebra total. Esta empresa representó el más profundo anhelo de la sociedad de apropiarse del petróleo para su bienestar. Más de 40 años después, ella es una muestra de la profunda creencia de que la renta era suficiente, la realidad nos pega en la cara sin ningún tipo de misericordia.

Ese marco de conflicto y debilidad en Venezuela se muestra cuando fallan tres grandes instituciones que las sociedades modernas han construido a través del tiempo: La democracia, la libertad económica y la gerencia pública, que son necesidades que estando por encima de los problemas específicos que nos agobian deben ser considerados para la reconstrucción del país.

Esos tres elementos no son meras abstracciones, son la base de cualquier sociedad que pretenda superar los problemas específicos que la vida moderna plantea. La democracia como sistema, imperfecto pero perfectible, debe ser la base de la sociedad. Logramos un experimento de más de 40 años, ciertamente tuvo problemas pero ninguno comparable con los que vivimos en la era que le siguió. ¿Requiere nuestra democracia otra constitución? La respuesta es que solo unos pequeños cambios en la forma de la reelección, sin embargo eso no parece ser el problema de base.

El otro gran aspecto es el de la libertad económica. No existe la posibilidad de experimentar modelos de economía planificada a la usanza de la extinta Unión Soviética. China hoy es la economía más pujante del mundo y no se apalanca en ninguna idea de control económico. Necesitamos una economía diversificada, el petróleo es una bendición mientras no sea la única fuente de ingresos del país. Los trabajos de Haussman e Hidalgo en MIT/Harvard (http://atlas.cid.harvard.edu/rankings/growth-projections/) han demostrado que la diversidad en las capacidades de un país son las claves para proyectar su desarrollo. En nuestro caso no existe tal diversidad por lo que es urgente abrir la actividad económica, respetando el derecho a la propiedad y garantizando el libre tránsito por el territorio del país.

La tercera gran tarea es la de la gerencia pública venezolana. El estado de más de tres millones de empleados públicos es incapaz de proveer servicios mínimos a la sociedad. La salud pública, la educación, la seguridad deben ser los ejes de acción de la gerencia pública de cara al ciudadano. De nada sirve una estructura sin rumbo, ni fines. La justicia es la otra deuda del estado venezolano para con sus ciudadanos.

Por un lado la incapacidad técnica de buena parte de los miembros de la administración pública unida a un tamaño inmanejable de sus estructuras requiere igualmente acciones para reorientar a esos millones de empleados que no cumplen ningún rol específico para brindar bien a la sociedad,  llevándolos a empleos productivos.

¿Quiénes deben tomar las riendas?

La sociedad venezolana en el año 58 del siglo pasado alcanzó la libertad política y construyó a través del pacto de punto fijo una amplia base de consensos que permitió evolucionar y ofrecer a la colectividad grandes avances en términos de inclusión social. La educación se masificó y muchos aspectos de la vida en el país mejoraron. Sin embargo, el experimento fracasó, entre otras cosas por el excesivo clientelismo que sirvió de forma de organizar al estado y al país en general.

La dirección del país requiere entonces de amplios consensos y especialmente un cambio en la mentalidad de las élites sociales y económicas del país. No hemos superado la idea del gendarme necesario, tenemos miedo a la democracia real. El desorden de la democracia es necesario frente a la idea del orden castrense y disciplinario. La democracia real nace en el permitir efectivamente que todos, absolutamente todos, tengan acceso al poder. Chávez, Pérez Jiménez y Gómez son ideas del pasado, son anacronismos que no podemos volver a repetir.

Si nuestros dirigentes no asumen el valor de la participación y el orden como dos imágenes contradictorias pero complementarias no podremos salir jamás de donde estamos, a pesar de nuestras grandes bolsas de recursos naturales a disposición.

Hay que exigir y exigirnos libertad económica, democracia y gerencia pública. No debemos seguir insistiendo en la distribución y redistribución de la riqueza, porque el patrimonio de los pueblos no está en el subsuelo, está en la gente, sus conocimientos, capacidades y sus valores. Cuando aprendamos a producir riqueza no requeriremos de un estado paternal.